CAPÍTULO CINCO - La carta de un psicólogo me pone nerviosa; palabras tranquilizadoras de Seth

A principios de febrero, Rob escribió al Dr. tan Stevenson, quien estaba conectado con el Departamento de Neurología y Psicología de la Universidad de Virginia. Al Dr. Stevenson le interesaba el tema de la reencarnación y nosotros acabábamos de leer su obra. Rob asimismo le envió transcripciones de varias sesiones, incluyendo parte de la infor­mación que se nos había dado respecto a nuestras vidas pasadas. Según ésta, Rob y yo vivimos varias existencias en el distante pasado, inclu­yendo una en Dinamarca, hace tres siglos, cuando Rob y yo éramos padre e hijo y Seth un amigo mutuo. Nuestras últimas vidas fueron en Boston, en el siglo diecinueve.

Yo no me sentía muy feliz con este material de reencarnación, sim­plemente porque todavía no quería aceptar la idea: parecía algo muy lejano. Así pues, no estimulé exactamente a Rob para que pidiera a Seth que se extendiera más sobre esta información o que llenara los detalles que había dado. Pero era parte del material y difícilmente podía yo negar eso.

El Dr. Stevenson nos escribió una carta muy semejante a la que pro­bablemente yo escribiría ahora a alguna otra persona, bajo las mismas circunstancias. Él pensaba que la fluidez del material sugería un ori­gen subconsciente, pero enfatizaba que en esta etapa era imposible de­cirlo. Asimismo, nos informaba que el médium aficionado podía pro­ducir patrones mentales bajo ciertas condiciones.

-¡Oh, magnífico! -dije a Rob-. ¿Qué, actúo como si estuviera más loca de lo habitual?

Rob me aseguró solemnemente que no había habido cambio alguno en mi conducta. La verdad es que había venido vigilando con toda atención si se presentaban tales signos y también yo lo había hecho. Pero la bien intencionada advertencia del Dr. Stevenson me arrojó a una especie de trampa, aun cuando habíamos leído las mismas pre­cauciones nosotros mismos en alguno de nuestros libros psíquicos.

En cierto modo, la carta del Dr. Stevenson llegó en un momento desa­fortunado. Había sido imposible mantener nuestras sesiones en un secreto absoluto y, eventualmente, algunos de nuestros amigos solían presentarse en la casa alguna noche de lunes o de miércoles y escuchar la rara voz desde el otro lado de la puerta, como lo hizo Phillip un poco antes de que escribiéramos al Dr. Stevenson. Como resultado, Phil co­menzó a concurrir a sesiones ocasionales. Estoy usando el nombre de entidad que Seth le atribuyó, puesto que su familia no comprende su. interés en fenómenos psíquicos, situación que hemos encontrado más de una vez. Phil vive fuera de este estado, pero ocasionalmente pasa por Elmira cada seis semanas, más o menos, en sus viajes de negocios.

Apenas algunos días antes de que recibiéramos la carta del Dr. Stevenson, celebramos una sesión no programada, en la que estuvo presente Phil. Le entregamos papel y pluma para que escribiera cualesquiera preguntas que pudiera querer hacer; pero Phil nunca tuvo ocasión de escribir nada. De acuerdo con él, Seth contestó cada una de sus inte­rrogantes en turno, conforme Phil las formulara en su mente. Phil preparó y firmó una declaración a este respecto.

Esta fue la primera señal de cualquier tipo de telepatía y clarividencia en las sesiones. Phil estaba verdaderamente asombrado y también yo.

Yo acepté la palabra de Phil, pero también pensé que una coinci­dencia podría haber explicado el episodio. De cualquier manera, me levantó el ánimo. Luego, varios días después, arribó la carta del Dr. Stevenson y yo entré en una especie de flojera o depresión.

—Veamos si Seth tiene algo que decir sobre la carta ---sugirió Rob, y yo estuve de acuerdo; pero, cuando me invadía esa especie de ten­sión, resultaba difícil relajarme lo suficiente para celebrar una sesión. Como consecuencia, nos saltamos la siguiente reunión que teníamos programada; pero recuperé el equilibrio cuando llegó el siguiente lunes.

¡Seth tenía mucho que decir!

"Reciban un cariñoso y exasperado saludo de buenas noches --co­menzó-. La exasperación se debe a que su buen psicólogo casi minó la confianza que yo había logrado infundir a Ruburt en nuestra sesión con su amigo Phillip. Procuré despertar la confianza de Ruburt y algún extraño vino a echarla para abajo. Sus intenciones eran de las mejo­res; pero supongo que ahora debo sentirme obligado, y así lo hago, para entrar en la cuestión de la estabilidad mental y emocional y cuales­quier peligros a tal estabilidad que podrían estar involucrados aquí.

"En lo que a Ruburt concierne, no existe peligro. Por una cosa: soy un caballero sensitivo, disciplinado y sensible, si bien un tanto irritable. Ninguna de las comunicaciones de mi parte son, en ninguna forma, conducentes a la inestabilidad. Puedo ser bastante franco para comen­tar que soy mucho más estable que tú, Ruburt o el excelente psicólogo.

"Siento una enorme responsabilidad por ustedes y por cualesquier resultados que se obtengan de nuestras comunicaciones. De hecho, el

consejo personal que les he dado a ambos, debería aumentar su equili­brio mental y emocional y resultar en una relación más firme con el mundo externo... Dependo de la voluntad de Ruburt para disociar­se. No hay duda que en ocasiones él no se da cuenta de lo que le rodea durante las sesiones. Este es un fenómeno al que da su consentimiento y podría, en cualquier momento, retornar su atención consciente a su ambiente físico.

"No existe peligro de que la disociación se apodere de él como una especie de monstruo vago, negro y peludo, que lo lleve hasta el borde de la histeria, la esquizofrenia o la locura. Consistentemente he acon­sejado a mis contactos con el mundo en general y les he dicho a uste­des, que utilicen sus aptitudes para enfrentarse a desafíos externos. El retirarse en la disociación, como lugar para ocultarse del mundo, podría resultar peligroso y muchos han caído víctimas de ello. Con Ruburt no es ese el caso.

"Por una cosa, el ego de Ruburt es fuerte en extremo. Su intuición es la vía de entrada que relaja a un ego, por lo demás terco y dominan­te." Al llegar a esto, Rob levantó la vista y sonrió. "Las cualidades in­tuitivas, sin embargo, no son frívolas y la personalidad se halla bien integrada." Seth continuó describiendo la disociación, diciendo que yo siempre me daba cuenta de lo que me rodeaba, hasta cierto grado, durante las sesiones.

"Es verdad -dijo-, que es necesario un estado de disociación; pero, debido a que tú abres una puerta, esto no quiere decir que no puedas cerrarla, ni tampoco quiere decir que no puedas hacer que se abran dos puertas simultáneamente y esta es mi idea. Tú puedes hacer que dos puertas se abran al mismo tiempo y puedes escuchar dos canales a la vez. Mientras tanto, debes bajar el volumen del primer canal, mientras aprendes a concentrar tu atención al segundo. A este proceso lo llamas disociación."

Cuando Seth hizo una pausa, Rob inquirió.

-¿Qué tienes que decir respecto a la idea del Dr. Stevenson, que todo esto puede ser obra del subconsciente de Jane?

"Ya hemos pasado por esto antes -dijo Seth-; y no tengo duda que volveremos a hacerlo en incontables ocasiones; y, si tengo éxito en convencerte de mi realidad como personalidad separada, lo habré hecho extremadamente bien. Debería ser claro que mis comunicaciones llegan a través del subconsciente de Ruburt; pero, así como el pez nada en el agua pero el pez no es el agua, yo no soy el subconsciente de Ruburt.

"La leve evidencia de telepatía que te di, tenía un propósito: quería mostrarle que la telepatía sí existía y quería demostrar a Ruburt que, más de su propio subconsciente de lo que sabe, se hallaba involucra­do. . . Ahora Ruburt me arma o permite que me arme de una manera que será reconocible para ti; pero, sin tomar esto en cuenta, yo existo de una manera independiente."

Posteriores reflexiones sobre la declaración anterior, nos dieron una' idea bastante clara de cómo tienen lugar los procesos a fin de que Seth y yo podamos tener contacto. Esto implica la construcción de un" puente psicológico", que posteriormente discutiremos en este libro. Al llegar a este punto, yo había venido hablando como Seth durante alrededor de cuarenta minutos, por lo que el recomendó un periodo de descanso, diciendo: "Alguna vez entre ahora y los próximos veinticinco años de estar aplacando sus dudas, me gustaría pasar a otras cuestiones que he estado intentando atacar desde hace varias sesiones. Mas tomen su descanso, gatitos."

Yo solía envidiar a Rob por su punto de vista de las sesiones. El podía verme y escucharme como Seth y yo no podía hacerlo. Ahora, durante el descanso, le pregunté otra vez. Odiaba depender de alguna otra persona para que me dijera lo que estaba ocurriendo, pero había aprendido una cosa: no podía ser Jane y Seth al mismo tiempo y para que Seth pudiera entrar, yo tenía que detener tal equívoco mental.. . por lo menos temporalmente.

Después del descanso, Seth dijo:

"Repito, yo no soy el subconsciente de Ruburt, aun cuando hablo a través de él. Es la atmósfera mediante la cual puedo llegar a ti, como el aire es la atmósfera a través de la cual vuela el ave. . . Cierta. semblan­za de mí mismo es necesaria. Esta la haré parcialmente yo y, parcialmente, los esfuerzos subconscientes combinados de ti y de Ruburt. ¿Te satisface esto por ahora?"

--Desde luego, Seth -contestó Rob.

-Por favor, se franco, puesto que no me agrada quedarme colgando en sus cabezas --dijo Seth. Luego, prosiguió a darnos información concerniente a las entidades y las diversas personalidades que las com­ponen. Rob se sentía particularmente curioso respecto a las diferen­cias entre entidades y personalidades.

"La vida individual o, más bien, la vida de cualquier individuo actual, no podría compararse legítimamente con el sueño de una entidad. Mien­tras el individuo disfruta el número de años que se le ha concedido, éstos no son sino simples destellos para la entidad. La entidad se ve relacio­nada con estos años de una manera muy parecida a como tú te ves re­lacionado con tus sueños. Cuando das un propósito interno y organi­zación a tus sueños y obtienes una introspección y satisfacción de ellos, aun cuando involucran sólo una parte de tu vida, así la entidad hasta cierto grado dirige y da propósito y organización a sus personali­dades.

"La entidad concede a las personalidades una infinita variedad de oportunidades... Tus propios sueños son fragmentos, del mismo modo que, en un sentido más amplio, ustedes son fragmentos de su entidad." Seth dijo asimismo que una parte interna de cada personalidad se daba cuenta de su relación con su entidad; y que esta porción constituía la respiración del hombre y controlaba aquellos procesos corporales que consideramos involuntarios.

Esta sesión duró hasta las 11:30 p.m. Rob se sintió tranquilizado por las declaraciones de Seth respecto a mi aptitud para manejar la disocia­ción y por su actitud responsable. Yo también lo estaba; pero seguía pensando en el comentario que hacia el Dr. Stevenson en su carta.

—Por supuesto, Seth nos dijo que todo estaba bien --exclamé--. ¿Qué más podíamos esperar que dijera?

Durante un rato creo que pasé la mitad del tiempo tratando de psi­coanalizar a Seth y la otra mitad tratando de analizarme a mí misma. La precaución es una cosa, pero en ocasiones me pasaba de la raya. Aun así, Seth dijo que mi poderoso ego constituía un verdadero activo en nuestro trabajo, cuando no lo excedía, puesto que mantenía toda mi personalidad en un plano igual y me permitía la fortaleza psicológi­ca para manejar y desarrollar mis facultades.

Tuvo lugar un pequeño y divertido incidente, que ilustra mi actitud durante todos estos primeros meses. Tenemos un departamento en­cantador y muy grande que, por desgracia, tiene una cocinita tan pe­queña como un armario. Cuando nos mudamos a nuestro actual de­partamento, la cocina tenía una estufa y un pequeño refrigerador, que pronto empezó a no poder recibir todas nuestras provisiones. Enton­ces adquirirnos uno más grande para aquellos alimentos que no usába­mos todos los días, y coloqué este segundo refrigerador en nuestro enorme cuarto de baño, cuarto que estaba recubierto con antiguos mosaicos y que fácilmente era cinco veces tan grande como la cocina. Me daba yo perfecta cuenta que era un lugar absurdo para un refrige­rador pero, después de un tiempo, llegué a acostumbrarme.

Al principio de la primavera Rob empezó a padecer de varios moles­tos flemones y, una noche, preguntó a Seth cómo podría deshacerse de ellos. Seth de inmediato emprendió una discusión, hasta cierto punto burlona, de los aspectos muy poco sanitarios de un refrigerador en el cuarto de baño. Hizo algunas aseveraciones bondadosas, aunque enfá­ticas, con respecto a que nosotros deberíamos saberlo y sugirió que el aparato se trasladara a la cocina, donde contendría toda nuestra, comida refrigerada. De ser así, aseguró a Rob, desaparecerían sus flemones.

-Ninguna personalidad de control o cualquier cosa que fuera, va a decirme cómo manejar mi casa ---exclame--. Esta es una de esas seña­les sospechosas respecto a las cuales hemos leído. La personalidad de control comienza arrojando su peso por todos lados y trata de domi­nar la personalidad normal de la médium. ¿Recuerdas lo que dijo el Dr. Stevenson? Además, no hay lugar en la cocina para un refrigera­dor tan grande.

--Haz lo que quieras ---dijo Rob--. Tengo los flemones; pero ¿y qué? Bien puedo vivir con ellos.

---Bueno. .

-Además ---prosiguió Rob--, Seth no te ordenó que hicieras nada.. Yo le hice una pregunta y él simplemente la contestó.

Cuando estoy reaccionando emocionalmente y Rob me ofrece una respuesta razonable , ello siempre tiende a ponerme a la defensiva. Así pues estuve de acuerdo.

El día siguiente mudamos el enorme refrigerador. Para tranquilizar mi orgullo o cualquier otra cosa, coloqué el refrigerador pequeño en el cuarto de baño y lo convertí en una cómoda para toallas. El refrigera­dor grande todavía está en la cocina y ya hace tiempo que me deshice del pequeño. Por cierto: los flemones de Rob desaparecieron en dos días y nunca le han vuelto a dar.

En otras palabras, yo solía vigilar a Seth como un halcón, particu­larmente durante casi todo el primer año; mas él se comportó inteli­gentemente, con dignidad y buen humor. Tan pronto como yo empecé a juzgarlo por sus acciones y su efecto sobre nosotros, di de baja este hábito. Él se ganó mi confianza y me ha dado consejos excelentes y psicológicamente cuerdos, mas nunca ha tratado de darnos órdenes.

En ocasiones seguimos sus sugerencias, con gran ventaja para no­sotros. Otras veces no las aceptamos, por razones propias. En 1964 nos pusimos a buscar casa, por ejemplo. Seth sugirió que comprára­mos determinada casa. A nosotros nos gustaba mucho, pero se encon­traba en pésimas condiciones. Seth tal vez tuviera razón, pensamos, y podríamos estar más contentos si adquiriéramos esa residencia; sin embargo no nos sentíamos dispuestos a aceptar el riesgo.

Hace aproximadamente año y medio, Seth sugirió que yo dejara el trabajo en la galería de arte y me dedicara a dar clases psíquicas. Incluso me dijo qué tantos estudiantes podría tener al cabo de un lapso de tres meses. Seguí su consejo, aun cuando no pensaba realmente que encon­traría mucha respuesta en esta área. Seth tuvo razón; he disfrutado las clases, de ellas he aprendido muchísimo y, como resultado, se han in­crementado mis propias habilidades, en formas que ni siquiera pensa­ba que fueran posibles.

Durante los primeros seis meses, más o menos, de sesiones, nuestro gato Willie empezó a comportarse de una manera sumamente agresi­va. Algunas veces empezaba a ronronear y rociar saliva de una manera desesperada, precisamente antes de las sesiones. Una noche realmente nos produjo muchísimo asombro. Estábamos preparándonos para dar principio y Willie dormía en el armario de la recámara. De pronto, salió corriendo del armario, con los pelos erizados, se lanzó como cata­pulta por toda la sala y se escondió tras las cortinas. Una vez me mor­dió los tobillos, mientras yo hablaba por Seth y, en trance, lo arrastré por medio cuarto, mientras él se aferraba al extremo de mis pantalo­nes cortos. Rob tuvo que encerrarlo en el estudio.

Por último, Rob preguntó a Seth si sabía qué era lo que andaba mal. La respuesta fue que los muy agudos sentidos de Willie se dieron cuen­ta de la presencia de Seth un poco antes de que empezara la sesión. Nos dijo que la conducta del gato cambiaría cuando Willie se acos­tumbrara a la situación. Más o menos un mes después, Willie volvió a ser el mismo. Ahora no presta atención alguna a las sesiones y, oca­sionalmente, hasta salta a mi regazo cuando me encuentro en trance.

Durante este tiempo Rob sufrió una recaída del malestar en la espal­da, aun cuando mucho menos severo que anteriormente. Seth dedicó varias largas sesiones a un análisis de la condición de Rob y explicó las razones para los síntomas. Poco tiempo después, éstos desaparecieron, sin necesidad de ningún medicamento y pensamos que el conocimiento que Rob adquirió en el curso de las sesiones, fue el responsable. Poco tiempo antes habíamos comprado una mecedora, debido a la espalda de Rob. La usaba para sentarse en ella mientras tomaba nota de las se­siones y, durante algún tiempo, ésta era la silla en la que se sentía có­modo. Dejó de necesitarla más tarde, cuando se recuperó y entonces yo adquirí el hábito de usarla. Mucho tiempo después, cuando final­mente consentí en permanecer sentada durante las sesiones, ésta sería mi silla "de Seth" favorita.

Muy pronto aprendimos que Seth consideraba los síntomas físicos como la materialización externa de un malestar interno, y enfatizó la importancia de la sugestión y los peligros de la autocompasión. Nos dijo entonces que, cuando uno de nosotros estaba enfermo, el otro no debería ofrecer un consuelo excesivo y, por ende, dar mayor fuerza a la idea de enfermedad. En sesiones ulteriores no,, proporcionaría exce­lente material para el mantenimiento de una buen- salud. Esto lo cu­briremos en el capítulo 13.

He dedicado algún tiempo y espacio a las primeras sesiones de Seth, con objeto de que el lector pudiera familiarizarse con parte del mate­rial, tal como nos fue entregado. Parte (le él nos parece tan rudimenta­ria ahora, que nos resulta difícil recordar el asombro que nos embargó entonces. Fue el continuo sentido de descubrimiento y curiosidad inte­lectual, lo que nos indujo a seguir adelante y lo que finalmente resol­vió mis propias dudas.

En los meses subsecuentes ocurrieron tantas cosas, que es difícil cubrirlas todas. Ambos íbamos a tener nuestras primeras experiencias fuera del cuerpo o "proyecciones astrales". Nuestros experimentos en lo que Seth llama "tiempo psicológico", nos ayudaron a desarrollar nuestras facultades psíquicas. Va calidad y alcance del Material de Seth crecía constantemente y nosotros íbamos a tener algunos contac­tos con otras personas en el campo de la parapsicología. Pronto íbamos a descubrir que Seth era en verdad clarividente y que mi propio adies­tramiento como médium apenas había comenzado.

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