El carro partió del planeta Lahmu; continuó su viaje hacia la 
			Tierra.
Dieron vueltas alrededor de la Luna, para ver de hacer allí una 
			estación de paso.
Dieron vueltas alrededor de la Tierra, decelerando hacia un 
			amerizaje. Nungal hizo descender el carro en las aguas, junto a 
			Eridú.
				
				
Desembarcaron en un muelle construido por Enlil; ya no hacían falta 
			las embarcaciones.
Enlil y Enki recibieron con abrazos a su hermana; con Nungal, el 
			piloto, estrecharon los brazos.
Los héroes, hombres y mujeres, fueron recibidos con vítores por los 
			héroes presentes.
Todo lo que llevaba el carro se descargó con rapidez:
naves espaciales y naves celestes, y las herramientas diseñadas por 
			Enki, y provisiones de todo tipo.
De todo lo que ocurría en Nibiru, de la muerte y el entierro de 
			Alalu, les habló Ninmah a sus hermanos;
de la estación de paso de Lahmu y de la comandancia de Anzu les 
			habló.
Enki expresó su visto bueno a esto, Enlil expresó palabras de 
			desconcierto.
¡Es una decisión de Anu, su palabra es inalterable!, dijo Ninmah a 
			Enlil.
He traído alivio para las enfermedades, dijo Ninmah a sus
hermanos.
				
				
Sacó de su bolsa un paquete de semillas, semillas para ser plantadas 
			en la tierra;
multitud de matorrales brotarán de
las semillas, y producirán
frutos jugosos.
Con el jugo se hará un elixir, será bueno para que lo beban los 
			héroes.
¡Esto ahuyentará las enfermedades; les pondrá contentos!
¡Hay que sembrar las semillas en un lugar fresco, necesitan calor y 
			agua
para alimentarse!
				
				
Así habló Ninmah a sus hermanos. ¡Te voy a mostrar un sitio perfecto 
			para ello!, le dijo Enlil. ¡Es donde se construyó el Lugar de 
			Aterrizaje, donde construí una morada
de madera de cedro! En la nave celeste de Enlil se remontaron en el 
			cielo los dos, Enlil y
Ninmah; Hermano y hermana fueron hasta el Lugar de Aterrizaje, en 
			las montañas
cubiertas de nieve, junto al bosque de cedros.
				
				
En la gran plataforma de piedra aterrizó la nave celeste, fueron a 
			la morada de Enlil.
Una vez dentro, Enlil la abrazó, con fervor besó a Ninmah. ¡Oh, 
			hermana mía, amada mía!, susurraba Enlil. La tomó por el bajo 
			vientre, no derramó el semen en su útero.
¡De nuestro hijo, Ninurta, te traigo noticias!, le dijo suavemente 
			Ninmah. ¡Es un joven príncipe, está dispuesto para la aventura, está 
			preparado para
unirse a ti en la Tierra! ¡Si te quedas tú aquí, que traigan a 
			Ninurta, nuestro hijo!, le dijo Enlil
a ella.
				
				
Los héroes iban llegando al Lugar de Aterrizaje, las naves celestes 
			llevaban naves espaciales hasta la plataforma. De la bolsa de Ninmah 
			se sacaron las semillas, se sembraron en las tierras
del valle.
¡Un fruto de Nibiru crecería en la Tierra! . En la nave celeste, 
			Enlil y Ninmah volvieron a Eridú.
De camino, Enlil le mostró el paisaje, le mostró el Edin en toda su 
			extensión,
desde los cielos, Enlil le explicó sus planes. ¡He diseñado un plan 
			imperecedero!, le decía. He dispuesto lo que determinará su 
			construcción para siempre; lejos de Eridú, donde comienza la tierra 
			seca, estará mi residencia, Laarsa será su nombre, se convertirá en 
			un lugar de mando.
				
				
A orillas del Burannu, el Río de Aguas Profundas, estará ubicada,
				
una ciudad gemela de ella surgirá en el futuro, la nombraré Lagash.
				
Entre las dos, en las llanuras, he trazado una línea,
a sesenta leguas de allí, habrá una ciudad de sanación,
				
será tu propia ciudad, Shurubak, la Ciudad Refugio la nombraré.
				
En la línea central estará ubicada, dirigirá hacia la cuarta ciudad; 
			Nibru-ki, Lugar del Cruce de la Tierra la nombraré, estableceré en 
			ella un
Enlace Cielo-Tierra. 
				
				
¡Albergará las Tablillas de los Destinos, controlará todas las 
			misiones! Junto a Eridú, sumarán cinco ciudades, ¡existirán para 
			toda la eternidad! En una tablilla de cristal, Enlil le mostró a 
			Ninmah su plan; en la tablilla, ella vio más marcas, sobre ellas le 
			preguntó a Enlil. Más allá de las cinco ciudades, construiré en un 
			futuro un Lugar del Carro, ¡para que llegue directamente de Nibiru a 
			la Tierra!, le respondió Enlil. Entonces comprendió Ninmah por qué 
			el desconcierto de Enlil ante los
planes de Anu sobre Lahmu.
				
				
¡Hermano mío, es magnífico tu plan para las cinco ciudades!, le dijo 
			Ninmah.
La creación de Shurubak, una ciudad de sanación, como morada mía, 
			para mí misma,
es algo por lo que estoy agradecida;
¡más allá de ese plan, no transgredas a tu padre, no ofendas tampoco 
			a tu hermano!
¡Eres tan sabia como hermosa!, le dijo Enlil.
				
				
En el Abzu, Enki también estaba concibiendo planes, dónde construir 
			su casa,
dónde preparar moradas para los héroes, por dónde entrar en las 
			entrañas de la Tierra.
En su nave celeste, midió la extensión del Abzu, inspeccionó 
			cuidadosamente sus regiones.
El Abzu era una tierra distante, estaba más allá de las aguas del 
			Edin; era una tierra rica, rebosante de riquezas, perfecta en su 
			totalidad.
				
				
Poderosos ríos atravesaban la región, grandes aguas discurrían 
			rápidamente; una morada junto a las aguas corrientes hizo Enki para 
			sí mismo,
en medio del Abzu, en un lugar de aguas puras se puso Enki a sí 
			mismo. En esa tierra, Enki determinó el Lugar de la Profundidad, 
			para que los
héroes descendieran a las entrañas de la Tierra. Allí puso Enki el 
			Agrietador de Tierra, para con él hacerle un corte a la Tierra,
llegar por medio de túneles a las interioridades de la Tierra, 
			descubrir las venas doradas.
Muy cerca, emplazó Lo-Que-Parte y Lo-Que-Tritura,
para partir y triturar el mineral aurífero, para transportarlo en 
			naves celestes,
llevarlo al Lugar de Aterrizaje en las montañas de cedros,
para desde allí transportarlo a la estación de paso de Lahmu con 
			naves
espaciales. Más héroes iban llegando a la Tierra, unos eran 
			asignados al Edin, a otros
se les daban trabajos en el Abzu.
				
				
Enlil construyó Laarsa y Lagash, fundó Shurubak para Ninmah. Un 
			ejército de sanadoras vivía allí con ella, las jóvenes que dan 
			auxilio. En Nibru-ki, Enlil estaba ensamblando un Enlace 
			Cielo-Tierra, para
comandar todas las misiones desde allí.
Enki viajaba entre Eridú y el Abzu, iba y venía para supervisar. En 
			Lahmu, la construcción seguía progresando; también iban llegando los
héroes para la Estación de Paso.
				
				
Un Shar, dos Shars duraron los preparativos; entonces, Anu dio la 
			palabra. En la Tierra, era el séptimo día, un día de descanso 
			decretado por Enki en
el principio. En todas partes, los héroes se reunieron para escuchar 
			un mensaje de Anu
transmitido desde Nibiru;
En el Edin se reunieron, Enlil estaba allí al mando. Con él, estaba 
			Ninmah; su ejército de jóvenes estaban a su lado reunidas. Alalgar, 
			señor de Eridú, estaba allí; Abgal, que comandaba el Lugar de
Aterrizaje, también estaba.
				
				
En el Abzu estaban reunidos los héroes, ante la mirada de Enki se 
			encontraban;
Con Enki, estaba su visir Isimud; Nungal, el piloto, también estaba. 
			En Lahmu, estaban reunidos los héroes; con su orgulloso comandante, 
			An-zu, estaban. Seiscientos había en la Tierra, trescientos se reunían 
			en Lahmu.
				
				
En total, fueron novecientos los que escucharon las palabras de Anu, 
			el rey:
¡Héroes, vosotros sois los salvadores de Nibiru! ¡La suerte de todos 
			está en vuestras manos!
Vuestros logros serán recordados por toda la eternidad, se os 
			llamará con nombres gloriosos.
¡Los que están en la Tierra serán conocidos como Anunnaki, Los Que 
			del Cielo a la Tierra Vinieron!
¡Los que están en Lahmu, serán nombrados Igigi, Los Que Observan y 
			Ven serán!
Todo lo que hace falta está dispuesto: ¡Que empiece a llegar el oro, 
			que se salve Nibiru!
Viene ahora el relato de Enki, Enlil y Ninmah,
de sus amores y esponsales, y de las rivalidades por sus hijos.
Los tres líderes eran descendientes de Anu, de diferentes madres 
			nacidos.
Enki fue el Primogénito; una concubina de Anu fue su madre.
				
				
Enlil, de Antu, la esposa de Anu, nació; convirtiéndose así en el 
			Heredero Legal.
Ninmah fue hija de otra concubina, siendo hermanastra de los dos 
			hermanastros.
Era la Primogénita de Anu, esto quedaba indicado por su 
			título-nombre de Ninmah.
Era sumamente hermosa, llena de sabiduría, rápida en aprender. 
				
				
				
Ea, como se le llamaba entonces a Enki, fue elegido por Anu para que 
			se casara con Ninmah,
por lo cual el hijo de ambos se convertiría a partir de entonces en 
			el sucesor legal.
Ninmah estaba enamorada de Enlil, un arrojado comandante;
				
ella se dejó seducir por él, en su vientre derramó él su simiente, 
			de la simiente de Enlil, ella tuvo un hijo; Ninurta le nombraron los 
			dos. Anu se enfureció con lo ocurrido; ¡como castigo, le prohibió a 
			Ninmah que se casara con nadie!
				
				
Ea abandonó a la que, por decreto de Anu, tenía que ser su novia; y 
			se casó en su lugar con una princesa llamada Damkina;
un hijo, un heredero, les nació; Marduk le pusieron por nombre, que 
			significaba El Nacido en un Lugar Puro. En cuanto a Enlil, no tenía 
			hijo alguno por matrimonio, no tenía a su lado
una esposa.
				
				
Fue en la Tierra, no en Nibiru, donde Enlil se casó; su historia es 
			la historia de una violación, de un exilio y de un amor que
trajo el perdón,
y de más hijos que no fueron más que hermanastros. En la Tierra, era 
			verano; Enlil se retiró a su morada en el bosque de cedros. Por el 
			bosque de cedros iba Enlil paseando cuando refrescaba el día; en un 
			frío torrente de montaña, estaban bañándose unas jóvenes de
Ninmah asignadas al Lugar de Aterrizaje. Enlil quedó hechizado por 
			la belleza y la gracia de una de ellas, Sud era su
nombre.
				
				
Enlil la invitó a su morada en el bosque de cedros: ¡Ven y bebe 
			conmigo del elixir del fruto de Nibiru que crece aquí!, le dijo
a ella.
Sud entró en la morada de Enlil; en una copa, le ofreció Enlil el 
			elixir.
Sud bebió, Enlil también bebió; Enlil le habló de relaciones 
			sexuales. No estaba dispuesta la muchacha. ¡Mi vagina es muy 
			pequeña, no conoce
la cópula!, le dijo a Enlil.
				
				
Enlil le habló de besos; no estaba dispuesta la muchacha: ¡Mis 
			labios son demasiado pequeños, no conocen los besos!, le dijo a 
			Enlil. Enlil se echó a reír y la abrazó, él se rió y la besó; ¡Su 
			semen derramó en su matriz!
A Ninmah, la comandante de Sud, se le informó de la inmoral acción. 
			¡Enlil, el inmoral! ¡Por tu acción, tendrás que afrontar un juicio! 
			Así le dijo
la enfurecida Ninmah.
				
				
En presencia de cincuenta Anunnaki, se reunieron los Siete Que 
			Juzgan, los Siete Que Juzgan decretaron un castigo para Enlil: 
			¡Quede desterrado Enlil de todas las ciudades, sea exiliado a una 
			Tierra Sin
Retorno!
				
				
En una cámara celeste le hicieron abandonar el Lugar de Aterrizaje; 
			Abgal era su piloto. 
A una Tierra Sin Retorno se le llevó, ¡para no volver jamás!
Los dos viajaron en la cámara celeste, a otra tierra se dirigieron.
				
Allí, en medio de inhóspitas montañas, en un lugar de desolación, 
			aterrizó
Abgal la cámara celeste. 
				
				
¡Éste será tu lugar de exilio!, le dijo Abgal a Enlil.
				
¡No por casualidad lo he elegido!, le dijo a Enlil. Hay oculto aquí 
			un secre
to de Enki; 
en una cueva cercana, Enki ocultó siete Armas de Terror,
				
las sacó del carro celestial de Alalu. 
¡Toma posesión de las armas, con las armas conseguirás la libertad!
				
Así le dijo Abgal a su comandante; ¡un secreto de Enki le reveló a 
			Enlil!
Luego, Abgal partió del lugar secreto; Enlil quedó allí solo.
				
				
En el Edin, Sud le habló a Ninmah, su comandante:
¡De la simiente de Enlil estoy embarazada, he concebido en mi matriz 
			a un hijo de Enlil!
Ninmah le transmitió a Enki las palabras de Sud; ¡él era el Señor de 
			la Tierra, en la Tierra era supremo!
Convocaron a Sud ante los Siete Que Juzgan: ¿Tomarás a Enlil como 
			esposo?, le preguntaron.
Ella pronunció palabras de consentimiento; Abgal le transmitió las 
			palabras a Enlil en su exilio.
Enlil volvió de su exilio para casarse con Sud; de este modo, Enki y 
			Ninmah le dieron el perdón.
Sud fue declarada esposa oficial de Enlil; se le concedió el 
			título-nombre de Ninlil, Dama del Mandato.
Después de ello, un hijo les nació a Ninlil y Enlil; Nannar, el 
			Brillante, le llamó Ninlil.
¡Fue el primero de los Anunnaki en ser concebido en la Tierra, 
				
uno de la simiente real de Nibiru nacido en un planeta extraño!
				
				
Fue después de esto que Enki le habló a Ninmah: ¡Ven conmigo al 
			Abzu!
En medio del Abzu, en un lugar de aguas puras, he construido una 
			morada.
Con un metal brillante, plata es su nombre, la he embellecido,
con una piedra de un azul profundo, lapislázuli, está adornada; 
				
¡ven, Ninmah, ven conmigo, abandona tu adoración por Enlil!
Al Abzu, a la morada de Enki, viajó Ninmah;
allí, Enki le habló palabras de amor,
de estar hechos el uno para el otro, dulces palabras le susurró.
¡Sigues siendo mi amada!, le dijo acariciándola.
				
				
La abrazó, la besó; ella hizo que su falo rebosara.
Enki derramó su semen en la matriz de Ninmah. ¡Dame un hijo! ¡Dame 
			un
hijo!, gritaba.
Ella acogió el semen en su matriz, el semen de Enki la fecundó. Un 
			día de Nibiru era un mes de la Tierra para ella, dos días, tres 
			días, cuatro días de Nibiru, eran como meses de la Tierra, cinco, 
			seis, siete y ocho días de meses se completaron; la cuenta novena de 
			la maternidad se culminó; Ninmah estaba de parto. Dio a luz a una 
			niña; la recién nacida era hembra; ¡a orillas del río, en el Abzu, 
			nació una hija de Enki y Ninmah! Enki estaba decepcionado con la 
			niña. ¡Besa a la pequeña!, le decía Ninmah. ¡Besa a la pequeña!, le 
			dijo Enki a su visir Isimud: ¡Yo deseaba un hijo, he
de tener un hijo de mi hermanastra! De nuevo besó a Ninmah, por el 
			vientre la tomó, su semen derramó en su matriz.
				
				
De nuevo dio a luz ella, de nuevo una hija le dio a Enki. ¡Un hijo 
			,un hijo he de tener un hijo contigo!, le gritaba Enki a Ninmah.
Después de lo cual, Ninmah pronunció una maldición sobre Enki, que 
			todo alimento que coma sea veneno en sus entrañas; que le duela la
mandíbula, que le duelan los dientes, que le duelan las costillas. 
			Isimud convocó a los Anunnaki, a Ninmah le rogaban alivio. 
			Distanciarse de la vulva de Ninmah juró Enki con el brazo en alto; 
			uno a uno, los achaques le quitó, Enki se liberó de la maldición de 
			ella. Ninmah volvió al Edin, para no casarse nunca; ¡la orden de Anu 
			se cumplió! Enki trajo a la Tierra a su esposa Damkina y a su hijo 
			Marduk; Ninki, Dama de la Tierra, se le concedió a ella por título. 
			Enki tuvo cinco hijos más, de ella y de concubinas, éstos fueron sus 
			nombres: Nergal y Gibil, Ninagal y Ningishzidda, y Dumuzi el más 
			joven. Enlil y Ninmah trajeron a la Tierra a su hijo Ninurta, con su 
			esposa Ninlil, tuvo Enlil un hijo más, un hermano de Nannar; Ishkur 
			fue su nombre.
Tres hijos en total tuvo Enlil, ninguno nacido de concubinas,
Dos clanes se establecieron así en la Tierra; sus rivalidades 
			llevaron a las
guerras. 
				
				
Viene ahora el relato del motín de los Igigi,
				
y de cómo se le dio muerte a Anzu, en castigo por robar las 
			Tablillas de los Destinos.
Desde el Abzu, se llevaba el oro de las venas de la Tierra hasta el 
			Lugar de Aterrizaje,
de allí, los Igigi lo transportaban en naves espaciales hasta la 
			estación de paso en Lahmu.
Desde el planeta Lahmu, el metal precioso se llevaba a Nibiru en 
			carros celestiales;
en Nibiru, el oro se convertía en el más fino polvo, se empleaba 
			para proteger la atmófera.
¡Lentamente se curó la brecha en los cielos, lentamente se salvó 
			Nibiru! En el Edin, las cinco ciudades se perfeccionaron.
				
				
Enki se hizo una morada deslumbrante en Eridú, desde la tierra la 
			elevó hacia el cielo,
como una montaña la elevó por encima del suelo, en un buen lugar la 
			construyó.
Su esposa Damkina moraba en ella; y allí le enseñó Enki la sabiduría 
			a su
hijo Marduk. 
				
				
Enlil estableció en Nibru-ki el Enlace Cielo-Tierra, era digno de 
			ver. 
En su centro, un alto pilar el mismo cielo alcanzaba, 
se puso sobre una plataforma que no se podía derrumbar;
con esto, las palabras de Enki llegaban a todos los asentamientos, 
			en
Lahmu y en Nibiru se podían escuchar. Desde allí se elevaron rayos, 
			podían buscar en el corazón de todas las tierras;
sus ojos podían explorar todas las tierras, su red hacía imposible 
			una aproximación no deseada.
En su elevada casa, una cámara como una corona era el centro, miraba 
			con
atención los cielos distantes; 
miraba fijamente hacia el horizonte, perfeccionó el cénit celestial.
				
				
En su santificada cámara oscura, con doce emblemas estaba marcada la
familia del Sol,
en los ME estaban registradas las fórmulas secretas del Sol y la 
			Luna, 
Nibiru y la Tierra, y los ocho dioses celestiales.
Las Tablillas de los Destinos emitían sus tonos de colores en la 
			cámara,
con ellas, Enlil supervisaba todas las idas y venidas.
				
				
En la Tierra, los Anunnaki trabajaban sin descanso, se quejaban del 
			traba- 
jo y del sustento. Estaban trastornados por los rápidos ciclos de la 
			Tierra, y del elixir sólo se
les daban pequeñas raciones. En el Edin, los Anunnaki trabajaban sin 
			descanso; en el Abzu, el trabajo
era aún más extenuante. Por equipos, se enviaban Anunnaki de vuelta 
			a Nibiru; por equipos, otros
nuevos llegaban.
				
				
Los Igigi, que moraban en Lahmu, eran los que más ruidosamente se 
			quejaban:
demandaban un lugar de descanso en la Tierra, para cuando bajaban de
Lahmu a la Tierra.
Enlil y Enki intercambiaron palabras con Anu, al rey consultaron: 
			¡Dejad que el líder vaya a la Tierra, discutidlo con Anzu! Así les 
			dijo Anu. Anzu descendió de los cielos a la Tierra, entregó los 
			términos de las quejas a Enlil y Enki.
¡Deja que Anzu conozca el mecanismo!, le dijo Enki a Enlil.
¡Yo le mostraré el Abzu, revélale tú el Enlace Cielo-Tierra!
Enlil consintió con las palabras de Enki.
				
				
Enki le mostró el Abzu a Anzu, el agotador trabajo en las minas le 
			mostró;
Enlil invitó a Anzu a Nibru-ki, en la sagrada cámara oscura le dejó 
			entrar;
En lo más profundo del santuario, le explicó a Anzu las Tablillas de 
			los Destinos.
Le mostró a Anzu lo que los Anunnaki estaban haciendo en las cinco 
			ciudades;
prometió alivio a los Igigi que llegaban al Lugar de Aterrizaje.
Volvió después a Nibru-ki para discutir las quejas de los Igigi.
				
				
Anzu era un príncipe entre los príncipes, de simiente real era su 
			ascendencia;
malvados pensamientos llenaron su corazón cuando volvió al Enlace 
			Cielo-Tierra.
Estaba planeando llevarse las Tablillas de los Destinos;
en su corazón, estaba planeando tomar el control de los decretos del 
			cielo y la Tierra.
¡Concibió en su corazón arrebatar.la Enlildad, su objetivo era 
			gobernar a Igigi y a Anunnaki!
Sin albergar sospechas, Enlil dejó a Anzu que se instalara en la 
			entrada del santuario;
sin albergar sospechas, Enlil dejó el santuario, se fue a darse un 
			baño refrescante.
				
				
Con malvadas intenciones, Anzu se apoderó de las Tablillas de los 
			Destinos;
huyó en una cámara celeste, se fue rápidamente a la montaña de las 
			cámaras celestes;
allí, en el Lugar de Aterrizaje, le estaban esperando Igigi 
			rebeldes, ¡se estaban preparando para declarar a Anzu rey de la 
			Tierra y de Lahmu!
				
				
En el santuario de Nibru-ki, el resplandor se desvaneció, el zumbido 
			se acalló,
el silencio prevalecía en el lugar, las fórmulas sagradas habían 
			quedado suspendidas.
En Nibru-ki, Enlil se quedó sin palabras; estaba abrumado por la 
			traición. Palabras furiosas profirió contra Enki, dudó de la 
			ascendencia de Anzu.
				
				
Se reunieron los líderes en Nibru-ki, los Anunnaki que decretan los 
			hados consultaron con Anu.
¡Hay que detener a Anzu, las Tablillas deben volver al santuario!, 
			decretó Anu.
¿Quién se enfrentará al rebelde? ¿Quién recuperará las Tablillas?, 
			se preguntaban entre sí los líderes.
¡Estando en posesión de las Tablillas de los Destinos, Anzu es 
			invencible!, se decían uno a otro.
Ninurta, animado por su madre, se adelantó entre los reunidos: ¡Seré 
			el guerrero de Enlil, venceré a Anzu! Así habló Ninurta. Ninurta se 
			dirigió hacia la ladera de la montaña, se comprometió a vencer al 
			fugitivo Anzu.
Anzu se mofaba de Ninurta desde su escondrijo: ¡Las Tablillas son mi 
			protección, soy invencible! Dardos relampagueantes le dirigió 
			Ninurta a Anzu; las flechas no pudieron
acercarse a Anzu, volvieron hacia atrás.
				
				
¡La batalla se detuvo, las armas de Ninurta no vencerían a Anzu! 
			Entonces, Enki le dio un consejo a Ninurta: ¡Levanta una tormenta 
			con tu
Torbellino, que el rostro de Anzu se cubra de polvo, que las alas de 
			su pájaro celeste
se encrespen!
				
				
Enlil forjó una poderosa arma para su hijo, era un proyectil Tillu;
¡sujétalo a tu Arma-Tormentosa, cuando se acerquen ala con ala, 
			dispáraselo a Anzu!
Así instruyó Enlil a su hijo Ninurta.
¡Cuando se acerquen ala con ala entre sí, deja que el proyectil 
			vuele como un rayo!
De nuevo se remontó en el cielo Ninurta con su Torbellino; Anzu se 
			elevó con su pájaro celeste para hacerle frente.
				
				
¡Ala con ala!, gritó Anzu enfurecido. ¡Esta batalla será tu 
			destrucción!
Ninurta siguió el consejo de Enki; con su Torbellino creó una 
			tormenta de
polvo. El polvo cubrió el rostro de Anzu, quedaron al descubierto 
			los piñones de
su pájaro celeste;
en medio de ellos, dejó ir Ninurta el proyectil, los piñones de Anzu 
			se vieron sumidos en un resplandor de fuego.
				
				
Sus alas comenzaron a aletear como mariposas; Anzu cayó hasta el 
			suelo.
La Tierra se sacudió, los cielos se oscurecieron;
Ninurta hizo cautivo al caído Anzu, de él recuperó las Tablillas.
Los Igigi estaban observando desde la cima de la montaña;
cuando Ninurta llegó al Lugar de Aterrizaje, temblaron y le besaron 
			los pies.
Ninurta liberó al cautivo Abgal y a los Anunnaki, anunció su 
			victoria a Anu y a Enlil.
Después, volvió a Nibru-ki, y las Tablillas se reinstalaron en la 
			cámara más
profunda. De nuevo volvió el resplandor allí dentro, se restableció 
			el zumbido de los
ME en las Tablillas. 
				
				
Anzu fue sometido a juicio ante los Siete Que Juzgan;
				
Enlil y Ninlil, su esposa, Enki y su esposa Ninki, a la que 
			anteriormente se conocía como Damkina,
y los hijos Nannar y Marduk estaban allí, Ninmah también estaba en 
			el juicio.
Ninurta habló de los malvados actos: ¡No hay justificación, que la 
			muerte sea su pena!, dijo.
¡Los Igigi se quejaban con razón, necesitan un lugar de descanso en 
			la Tierra!, argüyó Marduk en contra.
¡Por su malvada acción, Anzu puso en peligro a todos los Anunnaki y 
			a los Igigi!, dijo Enlil.
				
				
Enki y Ninmah dieron la razón a Enlil; ¡el mal debe ser extinguido!, 
			dijeron. Los siete sentenciaron a Anzu a muerte por ejecución;
con un rayo mortal fue extinguido el aliento vital de Anzu. ¡Dejadle 
			su cuerpo a los buitres!, dijo Ninurta.
¡Dejad que sea enterrado en Lahmu, que se le ponga en una cueva 
			junto a Alalu para su descanso!, dijo Enki.
¡De la misma simiente ancestral eran ambos! 
				
¡Que Marduk lleve su cuerpo a Lahmu, que Marduk se quede allí como
comandante! 
				
				
				
Eso sugirió Enki a los jueces. ¡Así sea!, dijo Enlil.
				
Viene ahora el relato de cómo se fundó Bad-Tibira, la Ciudad del 
			Metal,
y de cómo, en el cuadragésimo Shar, los Anunnaki se amotinaron en el 
			Abzu.
Anzu fue juzgado y ejecutado en el vigésimoquinto Shar,
esto sojuzgó el malestar de los Igigi, aunque siguió hirviendo 
			lentamente.
Marduk fue enviado a Lahmu para levantar los espíritus de los Igigi, 
			para prestar atención a su bienestar.
En la Tierra, Enlil y Enki discutieron cambios, estuvieron 
			reflexionando sobre cómo evitar el malestar en la Tierra.
				
				
Las estancias en la Tierra son demasiado prolongadas, se decían uno 
			a otro.
Pidieron consejo a Ninmah; quedaron alarmados por el cambio de 
			semblante en ella. ¡El oro debe fluir con más rapidez a Nibiru, hay 
			que proveer de salvación
con más rapidez!, coincidieron todos. Ninurta era un experto en las 
			interioridades de los planetas; dijo palabras
sabias a sus mayores: Que se establezca una Ciudad del Metal, para 
			que allí se funda y se refine
el mineral aurífero,
allí se podrán disponer cargamentos menos pesados desde la Tierra. 
			Cada nave espacial podrá llevar más oro, y quedará espacio para que 
			los
Anunnaki regresen a Nibiru, ¡que los agotados regresen a Nibiru, que 
			otros frescos los sustituyan en la
Tierra! Enlil, Enki y Ninmah consideraron favorablemente la 
			sugerencia de Ninurta,
se le consultó a Anu y dio su aprobación.
				
				
¡En el Edin, se planificó una Ciudad del Metal, en esa ubicación 
			insistió
Enlil! Se construyó con materiales de Nibiru, se equipó con 
			herramientas de
Nibiru.
				
				
Tres Shars llevó su construcción, se le dio por nombre Bad-Tibira. 
			Ninurta, que hizo la sugerencia, fue su primer comandante. De esta 
			forma, el flujo de oro a Nibiru se hizo más fácil y rápido, aquellos 
			que habían venido a la Tierra y a Lahmu al principio de los
Tiempos Previos
volvieron a Nibiru; Alalgar, Abgal y Nungal estaban entre ellos. Los 
			recién llegados que los sustituyeron eran más jóvenes y entusiastas; 
			no estaban acostumbrados a los ciclos de la Tierra y de Lahmu ni a 
			otros
rigores. En Nibiru, de donde habían venido, la brecha en la 
			atmósfera se estaba
curando; los más jóvenes no habían conocido las grandes calamidades 
			que habían
tenido lugar en el planeta y en sus cielos. ¡De su misión dorada 
			albergaban especialmente el anhelo de emociones y
aventuras! Tal como había concebido Ninurta, los minerales se traían 
			desde el Abzu,
en Bad-Tibira se fundían y se refmaban, con naves espaciales se 
			enviaban a Lahmu;
el oro puro se llevaba de Lahmu a Tibiru en carros celestiales. Tal 
			como había concebido Ninurta, el oro fluía desde el Abzu hasta 
			Nibiru; ¡lo que no había concebido era el malestar de los Anunnaki 
			recién llegados que trabajaban sin descanso en el Abzu!
				
				
La verdad sea dicha, Enki no tuvo en cuenta lo que se estaba 
			fraguando, ponía su atención en otros asuntos del Abzu. Había 
			llegado a fascinarse con lo que crece y vive en el Abzu; deseaba 
			aprender de las diferencias entre lo que había aparecido en la 
			Tierra y lo que había aparecido en Nibiru,
quería descubrir cómo se causaban las enfermedades por la atmósfera 
			y los ciclos de la Tierra.
En el Abzu, junto a las chorreantes aguas, erigió un magnífico lugar 
			de estudio,
lo dotó con todo tipo de herramientas y de equipos. 
				
				
				
Llamó al lugar Casa de la Vida, a ella invitó a su hijo 
			Ningishzidda.
Configuraron fórmulas sagradas, diminutos ME, la posesión de los 
			secretos de la vida y la muerte,
buscaban desentrañar los misterios de la vida y la muerte de las 
			criaturas de la Tierra.
Enki estaba especialmente enamorado de algunas criaturas vivas;
éstas vivían entre los árboles altos, utilizaban sus patas 
			delanteras como manos.
En las altas hierbas de las estepas se veían extrañas criaturas; 
			parecían caminar erectas.
Enki estaba absorbido con estos estudios; pero no se daba cuenta de 
			lo que
se estaba fraguando entre los Anunnaki. El primero en darse cuenta 
			del problema fue Ninurta: en Bad-Tibira había
observado una disminución en mineral de oro.
				
				
Enlil envió a Ninurta al Abzu para averiguar lo que estaba 
			sucediendo.
Ennugi, el oficial jefe, lo acompañó en las excavaciones,
con sus propios oídos escuchó las quejas de los Anunnaki; 
				
murmuraban y se lamentaban, refunfuñaban en las excavaciones; ¡El 
			trabajo es insoportable!, le dijeron a Ninurta.
Ninurta dio cuenta de esto a su tío Enki. ¡Convoquemos a Enlil!, 
			dijo Enki. Enlil llegó al Abzu, se instaló en una casa cercana a las 
			excavaciones. ¡Vamos a enervar a Enlil en su morada!, gritaron los 
			héroes que trabajaban
en las minas.
				
				
¡Que nos libere del duro trabajo!
¡Proclamemos la guerra, nos liberaremos a través de las 
			hostilidades!, gritaban otros.
Los Anunnaki de las excavaciones prestaron oídos a las palabras de 
			instigación,
prendieron fuego a sus herramientas, quemaron sus hachas. Se 
			enfrentaron a Ennugi, oficial jefe de las minas, lo apresaron en los
túneles; lo llevaron con ellos, se abrieron paso hasta la puerta de 
			la morada de Enlil.
Era de noche, en mitad de la vigilia;
rodearon la morada de Enlil, sostenían en alto sus herramientas a 
			modo de
antorchas.
Kalkal, el guardián de la entrada, atrancó la puerta y despertó a 
			Nusku; Nusku, el visir de Enlil, despertó a su señor, lo sacó de la 
			cama, diciéndo-
le así: ¡Mi señor, la casa está rodeada, hasta la puerta han llegado 
			los hostiles
Anunnaki!
				
				
Enlil convocó a Enki, Enlil convocó a Ninurta a su presencia: ¡Qué 
			es lo que están viendo mis ojos! ¿Es contra mí contra quien se está
haciendo esto?
Así les dijo Enlil: ¿Quién es el instigador de las hostilidades? Los 
			Anunnaki se mantuvieron unidos: ¡Cada uno de nosotros ha declarado 
			las hostilidades!
¡El trabajo es excesivo, nuestro trabajo es duro, grande es nuestra 
			aflicción! Así le dijeron a Enlil. Enlil le transmitió a Anu 
			palabras de lo que estaba sucediendo. ¿De qué se
acusa a Enlil?, inquirió Anu.
				
				
¡El trabajo, no Enlil, es la causa del problema!, le dijo Enki a 
			Anu. ¡Graves son los lamentos, todos los días podemos escuchar las 
			quejas! ¡Hay que obtener oro!, dijo Anu. ¡El trabajo debe continuar! 
			¡Liberad a Ennugi para consultas!, dijo Enki a los hostiles 
			Anunnaki.
Ennugi fue liberado; a los líderes les dijo:
¡Desde que ha aumentado el calor en la Tierra, el trabajo es 
			insoportable, inaguantable!
¡Que los rebeldes vuelvan a Nibiru, y que otros nuevos vengan en su 
			lugar!, dijo Ninurta.
¿No podrías forjar nuevas herramientas?, dijo Enlil a Enki. ¿Para 
			que los héroes Anunnaki evitaran los túneles?
				
				
¡Llamemos a mi hijo Ningishzidda, deseo que me asesore él!, 
			respondió Enki.
Convocaron a Ningishzidda, vino desde la Casa de la Vida; Enki se 
			apartó con él, intercambiaron palabras entre ellos. ¡Es posible una 
			solución!, dijo Enki.
¡Creemos un Lulu, un Trabajador Primitivo, para que se ocupe del 
			trabajo más duro,
que ese ser cargue sobre su espalda el duro trabajo de los Anunnaki!
Asombrados quedaron los líderes asediados, ciertamente se quedaron 
			sin palabras.
¿Quién había oído hablar antes de un ser creado de nuevo, un 
			trabajador que pudiera hacer el trabajo de los Anunnaki?
				
				
Llamaron a Ninmah, que en curación y ayuda era experta.
Le repitieron las palabras de Enki: ¿Acaso hay alguien que haya oído 
			hablar de eso?, le preguntaron.
¡No se había oído hablar de algo así!, le dijo ella a Enki. Todos 
			los seres descienden de una simiente,
¡Cada ser se desarrolló a lo largo de eones a partir de otro, 
			ninguno vino nunca de la nada!
¡Cuánta razón tienes, hermana!, dijo Enki sonriendo.
Dejadme que os revele un secreto del Abzu:
¡El ser que necesitamos existe ya!
				
				
Todo lo que tenemos que hacer es ponerle la señal de nuestra 
			esencia,
¡así se creará un Lulu, un Trabajador Primitivo! Así les dijo Enki.
Tomemos pues una decisión, dadle la bendición a mi plan:
¡Crear un Trabajador Primitivo, forjarlo por la señal de nuestra 
			esencia!