¡Crear un Trabajador Primitivo, forjarlo por la señal de nuestra 
			esencia!
Así dijo Enki a los líderes.
¡El ser que necesitamos existe ya!
Así les reveló Enki un secreto del Abzu.
				
				
Asombrados escucharon los demás las palabras de Enki; se quedaron 
			fascinados con sus palabras.
Existen criaturas en el Abzu, dijo Enki, que caminan erectas, sobre 
			dos piernas,
las patas delanteras las utilizan como brazos, de manos están 
			dotados. Viven entre los animales de las estepas. No saben vestirse, 
			comen plantas con la boca, beben agua de los lagos y de las zanjas. 
			Tienen todo el cuerpo peludo, el pelo de la cabeza es como el de un 
			león; ¡retozan con las gacelas, disfrutan con las criaturas 
			prolífícas en las aguas! Los líderes escucharon las palabras de Enki 
			con sorpresa.
¡En el Edin no se había visto ninguna criatura como esa!, dijo Enlil 
			sin podérselo creer.
¡Hace eones, en Nibiru, nuestros predecesores quizá fueron así!, 
			dijo Ninmah.
¡Es un ser, no una criatura!, dijo Ninmah. ¡Debe ser emocionante 
			contemplarlo!
Enki les llevó a la Casa de la Vida; en fuertes jaulas había
unos de estos seres.
				
				
Al ver a Enki y a los demás, se pusieron a saltar, golpeaban con los 
			puños en las barras de la jaula.
Gruñían y resoplaban; no decían
palabras.
¡Son macho y hembra!, dijo Enki; tienen masculinidad y femineidad,
procrean como nosotros, los venidos de Nibiru.
				
				
Ningishzidda, mi hijo, ha comprobado su Esencia de Elaboración;
es similar a la nuestra, como dos serpientes entrelazadas;
nuestra esencia vital se combinará con la de ellos, nuestra señal se 
			pondrá
sobre ellos,
¡se creará un Trabajador Primitivo! Comprenderá nuestras órdenes, 
			manejará nuestras herramientas, llevará a cabo los trabajos duros en 
			las
excavaciones;
¡dará alivio a los Anunnaki en el Abzu!
Así hablaba Enki, con entusiasmo, sus palabras sonaban excitadas. 
			Enlil vacilaba ante las palabras: ¡Es un asunto de gran importancia! 
			¡Hace mucho que se abolió la esclavitud en nuestro planeta, los 
			esclavos
son las herramientas, no otros seres!
				
				
Quieres traer a la existencia a una nueva criatura, no existente 
			previamente;
¡la creación sólo está en manos del Padre de Todo Principio! Así 
			dijo Enlil, oponiéndose; sus palabras eran severas. Enki le 
			respondió a su hermano: ¡No esclavos, sino ayudantes es mi plan! ¡El 
			ser ya existe!, dijo Ninmah. ¡El plan consiste en darle más 
			capacidad! ¡No se trata de hacer una nueva criatura, sino de hacer 
			más a nuestra imagen una ya existente!, dijo Enki persuasivamente.
¡Con pocos cambios se puede conseguir, sólo se necesita una gota de 
			nuestra esencia!
¡Es éste un asunto grave, y no es de mi agrado!, dijo Enlil. Va en 
			contra de las reglas del viaje de planeta en planeta, se prohibió 
			por las reglas de la venida a la Tierra. ¡Nuestro objetivo era 
			obtener oro, no era reemplazar al Padre de Todo
Principio!
				
				
Después de hablar así Enlil, Ninmah fue la que le respondió: 
			¡Hermano mío!, le dijo Ninmah a Enlil,
el Padre de Todo Principio nos ha dotado de sabiduría y 
			entendimiento, ¿para qué propósito se nos perfeccionó de este modo, 
			si no es para hacer el máximo uso de ello?
El Creador de Todo llenó nuestra esencia vital de sabiduría y 
			entendimiento,
para que fuéramos capaces de hacer cualquier uso de ello, ¿no es eso 
			para
lo que hemos sido destinados? Así fueron las palabras que Ninmah le 
			dirigió a su hermano Enlil.
¡Con eso que se nos concedió en nuestra esencia, hemos perfeccionado 
			herramientas y carros,
hemos hecho añicos las montañas con las armas de terror, y los 
			cielos hemos curado con oro!
Así le dijo Ninurta a su madre.
				
				
¡Con la sabiduría no vamos crear nuevos seres, sino a forjar nuevas 
			herramientas,
vamos a aliviar el trabajo con nuevos equipos, no con esclavos!
¡Allá donde nuestro entendimiento nos lleve, a eso hemos sido 
			destinados!
Así dijo Ningishzidda, estaba de acuerdo con Enki y con Ninmah.
¡No podemos impedir que se usen los conocimientos que poseemos!, 
			dijo
Ningishzidda. 
				
				
¡Ciertamente, el Destino no puede ser alterado, desde el Principio 
			hasta el
Final ha sido determinado! 
Les dijo Enlil a ellos. ¿Es Destino, o es Hado,
				
lo que nos ha traído a este planeta, a sacar oro de las aguas, 
				
a poner a trabajar en las excavaciones a los héroes Anunnaki, a 
			estar
neando la creación de un Trabajador Primitivo? 
¡Ésa, parientes míos, es la cuestión! Así, con gravedad, dijo Enlil.
				
¿Es Destino, es Hado? Eso es lo que hay que decidir, 
¿Está ordenado desde el Principio, o es algo por lo que debemos 
			decidirnos?
Decidieron exponer el asunto ante Anu; Anu presentó el asunto ante 
			el consejo.
Se consultó a los ancianos, a los sabios, a los comandantes.
Las discusiones fueron largas y amargas, se dijeron palabras de Vida 
			y Muerte, de Hado y Destino.
¿Hay alguna otra forma de obtener oro? ¡La supervivencia está en 
			peligro! ¡Si hay que obtener oro, que se elabore al ser!, decidió el 
			consejo.
				
				
¡Que Anu deje a un lado las reglas de los viajes planetarios, que se 
			salve Nibiru!
La decisión se transmitió desde el palacio de Anu hasta la Tierra; a 
			Enki 
encantó. ¡Que Ninmah sea mi ayudante, tiene conocimientos de estos 
			asuntos! 
Así dijo Enki. Miraba a Ninmah con anhelo.
¡Así sea!, dijo Ninmah. ¡Así sea!, dijo Enlil.
				
A través de Ennugi se anunció la decisión a los Anunnaki en el Abzu: 
			¡Hasta que se consiga el ser, tenéis que volver voluntariamente al 
			trabajo!,
dijo.
				
				
Hubo decepción; no hubo rebelión; los Anunnaki volvieron al trabajo. 
			En la Casa de la Vida, en el Abzu, Enki le explicó a Ninmah cómo 
			elaborar el ser.
Llevó a Ninmah a un lugar entre los árboles, era un lugar de jaulas. 
			En las jaulas había extrañas criaturas, algo que nadie había visto 
			en libertad:
tenían la parte superior de una especie, la parte inferior de otra 
			criatura; ¡Enki le mostró a Ninmah criaturas de dos especies 
			combinadas por sus
esencias!
				
				
Volvieron a la Casa de la Vida, la llevaron a un lugar limpio con un 
			brillante resplandor.
En el lugar limpio, Ningishzidda le explicó a Ninmah los secretos de 
			la
esencia vital,
cómo se puede combinar la esencia de dos especies, él a ella le 
			mostró. ¡Las criaturas de las tres jaulas son muy extrañas, son 
			monstruosas!, dijo
Ninmah.
¡Sí, lo son!, respondió Enki. ¡Lograr la perfección, para eso se te 
			necesita! ¿Cómo combinar las esencias, cuánto de ellas, cuánto de 
			eso reunir, en qué útero comenzar la concepción, en qué útero deberá 
			dar a luz? Para eso se necesitan tus conocimientos de ayuda y 
			curación; ¡se necesitan los conocimientos de alguien que haya dado a 
			luz, de alguien
que sea madre! En el rostro de Ninmah había una sonrisa; recordaba 
			bien las dos hijas que
había tenido con Enki.
				
				
Ninmah supervisó con Ningishzidda las fórmulas sagradas que se 
			guardaban secretamente en los ME,
le preguntaba cómo se había hecho esto y aquello.
Examinó a las criaturas de las tres jaulas, contempló a las 
			criaturas bípedas.
Las esencias se transmiten por inseminación de un macho a una 
			hembra,
las dos hebras entrelazadas se separan y combinan para forjar una 
			descendencia.
¡Que un varón Anunnaki fecunde a una hembra bípeda, que nazca una 
			descendencia de combinación! Así dijo Ninmah.
				
				
¡Eso hemos intentado, pero ha habido fallos!, le respondió Enki.
				
¡No hubo concepción, no hubo parto!
Viene ahora el relato de cómo se creo al Trabajador Primitivo,
de cómo Enki y Ninmah, con la ayuda de Ningishzidda, forjaron al 
			ser.
Hay que intentar conseguir otra forma de mezclar las esencias, dijo 
			Ninmah.
Hay que encontrar otra forma de combinar las dos hebras de las 
			esencias,
para que no resulte dañada la porción de la Tierra.
				
				
¡Se tiene que configurar para que reciba nuestra esencia 
			gradualmente,
sólo se podría intentar poco a poco a partir de las fórmulas ME de 
			la esencia de Nibiru!
Ninmah preparó una mezcla en un recipiente de cristal, puso con 
			mucho cuidado el óvalo de una hembra bípeda,
con ME que contenía simiente Anunnaki, fecundó el óvalo;
insertó de nuevo el óvalo en la matriz de la hembra bípeda. 
				
				
				
¡Esta vez había concepción, había un parto en ciernes!
Los líderes esperaron el tiempo previsto para el nacimiento, 
			esperaban los resultados con el corazón lleno de ansiedad.
¡El tiempo previsto se cumplió, pero no hubo nacimiento!
Desesperada, Ninmah hizo un corte, lo que había sido concebido 
			extrajo
con tenazas. ¡Era un ser vivo! Enki exclamó con regocijo. ¡Lo 
			conseguimos!, gritó Ningishzidda jubiloso.
Ninmah sostenía en sus manos al recién nacido, pero ella no estaba 
			llena de gozo:
el recién nacido tenía pelo por todas partes, su parte superior era 
			como las de las criaturas de la Tierra,
las partes inferiores se parecían más a las de los Anunnaki. 
				
				
				
Dejaron que la hembra bípeda cuidara del recién nacido, que mamara 
			su
leche. El recién nacido creció rápido, lo que en Nibiru era un día, 
			era un mes en
el Abzu. El niño de la Tierra se hizo más alto, no era a imagen de 
			los Anunnaki;
¡sus manos no se adaptaban a las herramientas, y no emitía más que 
			gruñidos!
¡Tenemos que volver a intentarlo!, dijo Ninmah. Hay que ajustar la 
			mezcla;
¡Dejadme ensayar con los ME, dejad que haga el esfuerzo con este o 
			aquel ME! Con la ayuda de Enki y de Ningishzidda repitieron los 
			procedimientos,
Ninmah consideró cuidadosamente las esencias de los ME,
tomó un poco de uno de ellos, tomó un poco de otro de ellos,
luego fecundó en el cuenco de cristal el óvalo de la hembra de la 
			Tierra.
				
				
¡Hubo concepción, cuando se cumpliera el tiempo habría nacimiento!
Éste se parecía más a los Anunnaki;
dejaron que la madre le diera de mamar, dejaron que el recién nacido 
			se
convirtiera en niño.
				
				
Por su aspecto, era atractivo; sus manos estaban conformadas para 
			sostener herramientas;
pusieron a prueba sus sentidos, los encontraron deficientes: el niño 
			de la Tierra no podía oír, su visión era vacilante. Una y otra vez, 
			Ninmah reajustó las mezclas, de las fórmulas ME tomó
pizcas y trozos; un ser tenía los pies paralizados, a otro le 
			goteaba el semen, a otro le temblaban las manos, a otro le 
			funcionaba mal el hígado; otro tenía las manos demasiado cortas para 
			alcanzarse la boca, otro no tenía los pulmones adecuados para 
			respirar. Enki estaba decepcionado con los resultados. ¡No 
			conseguimos el
Trabajador Primitivo!, le dijo a Ninmah.
				
				
¡Estoy descubriendo a través de ensayos lo bueno o malo en este ser! 
			Respondió Ninmah a Enki. ¡Mi corazón me anima a que siga 
			intentándolo! Una vez más, Ninmah hizo una mezcla; una vez más, el 
			recién nacido era deficiente.
¡Quizás el déficit no se encuentre en la mezcla!, le dijo Enki.
				
				
				
¡Quizás el impedimento no esté ni en el óvulo de la hembra ni en las 
			esencias!
¡De lo que la Tierra misma está forjada, quizá sea eso lo que falta!
¡No uses un recipiente de cristales de Nibiru, hazlo de la arcilla 
			de la Tierra!
Así dijo Enki, en posesión de gran sabiduría, a Ninmah.
				
				
¡Quizá se requiera lo que es la propia mezcla de la Tierra, de oro y 
			cobre!
Así animó Enki, el que sabe cosas, a Ninmah, para que usará la 
			arcilla del Abzu.
En la Casa de la Vida, Ninmah hizo un recipiente, lo hizo con la 
			arcilla del Abzu.
Como un baño purificador conformó el recipiente, para hacer dentro 
			de él la mezcla.
Puso con cuidado el óvalo de una hembra terrestre, de una bípeda, en 
			el recipiente de arcilla,
puso en el recipiente la esencia vital extraída de la sangre de un 
			Anunnaki,
a través de las fórmulas ME se dirigió la esencia y poco a poco y 
			con mesura fueron añadidas al recipiente,
después, insertó el óvalo así fertilizado en la matriz de la hembra 
			terrestre.
				
				
¡Hay concepción!, anunció alegre Ninmah. Esperaron el tiempo del 
			nacimiento.
Cuando se cumplió el tiempo, la hembra terrestre comenzó a parir,
¡un niño, un recién nacido estaba a punto de llegar! 
				
Ninmah extrajo al recién nacido con las manos; ¡era un varón!
				
				
En sus manos sostuvo al niño; Enki y Ningishzidda estaban presentes.
Los tres líderes se echaron a reír alegremente,
Enki y Ningishzidda se daban palmadas en la espalda, Ninmah y Enki 
			se
abrazaron y se besaron. ¡Tus manos lo han hecho!, le dijo Enki con 
			un destello en los ojos.
Dejaron que la madre diera de mamar al recién nacido; éste creció 
			más
rápido que un niño de Nibiru.
				
				
El recién nacido progresó de mes en mes, pasó de bebé a niño.
Sus miembros eran adecuados para el trabajo, hablar no sabía,
¡no comprendía las palabras, emitía gruñidos y resoplidos! Enki 
			valoró el asunto, tomó en consideración lo que se había hecho en
cada paso y en cada mezcla. ¡De todo lo que hemos intentado y 
			cambiado, hay una cosa que nunca se
ha alterado!, le dijo a Ninmah: siempre se ha insertado el óvalo 
			fertilizado en la matriz de una hembra
terrestre;
¡Quizás sea la obstrucción que queda! Así dijo Enki. Ninmah miró a 
			Enki, lo contempló desconcertada. ¿Qué, en verdad, estás diciendo? 
			De él, exigía ella una respuesta. ¡Estoy hablando de la matriz que 
			da a luz!, le respondió Enki. De quién nutre el óvalo fertilizado, 
			de quién da a luz; para que sea a nuestra imagen y semejanza, 
			¡quizás se necesite una matriz
Anunnaki! En la Casa de la Vida hubo silencio; ¡Enki estaba 
			pronunciando palabras
nunca antes escuchadas! Se miraron uno a otro, estaban pensando en 
			lo que podría estar pensando
el otro.
				
				
¡Sabias son tus palabras, hermano mío!, dijo Ninmah por fin. Quizás 
			se insertó la mezcla correcta en la matriz equivocada; Ahora bien, 
			¿dónde está la hembra entre los Anunnaki que ofrezca su
matriz, para crear quizás al Trabajador Primitivo perfecto, para 
			llevar quizás un
monstruo en su vientre? Así dijo Ninmah, con la voz temblorosa. 
			¡Deja que le pregunte a Ninki, mi esposa!, dijo Enki. Convoquémosla 
			a la Casa de la Vida, para exponer el asunto ante ella. Se estaba 
			volviendo para marcharse cuando Ninmah le puso la mano en el
hombro:
¡No! ¡No!, le dijo a Enki.
¡Yo hice las mezclas, la recompensa y el peligro deben ser míos! 
			¡Seré yo la que proporcione la matriz Anunnaki, la que afronte el 
			buen
o el mal hado!
				
				
Enki inclinó la cabeza, la abrazó suavemente. ¡Así sea!, le dijo. 
			Hicieron la mezcla en el recipiente de arcilla,
unieron el óvalo de una hembra terrestre con la esencia masculina 
			Anunnaki;
Enki insertó el óvulo fertilizado en la matriz de Ninmah; ¡hubo 
			concepción!
¿El embarazo, concebido por una mezcla, cuánto durará?, se 
			preguntaron uno a otro.
¿Serán nueve meses de Nibiru? ¿Será nueve meses de la Tierra?
Después que en la Tierra, antes que en Nibiru, llegó el parto; 
			¡Ninmah dio a luz a un varón!
Enki sostuvo entre sus manos al niño; era la imagen de la 
			perfección.
				
				
Palmeó las partes traseras del niño; ¡el recién nacido emitió los 
			sonidos adecuados!
Le pasó el recién nacido a Ninmah; ella lo levantó entre sus manos.
¡Mis manos lo han hecho!, exclamó victoriosa.
				
				
Viene ahora el relato de cómo se le puso por nombre Adamu,
y de cómo se hizo Ti-Amat para él, una contraparte hembra. 
				
Los líderes examinaron con atención el aspecto y los miembros del 
			recien nacido:
sus orejas tenían buena forma, no tenía los ojos obstruidos, 
				
tenía los miembros adecuados, conformados como piernas en la parte 
			inferior y como manos en la parte superior.
				
				
No era peludo como los salvajes, su cabello era negro oscuro, su 
			piel era tersa, tersa como la piel de los Anunnaki,
el color de su sangre era rojo oscuro, del mismo tono que la arcilla 
			del Abzu.
Miraron su hombría: su forma era extraña, la parte delantera estaba 
			envuelta con una piel,
¡A diferencia de la hombría de los Anunnaki, le colgaba una piel de 
			la parte delantera!
¡Que el Terrestre se distinga de nosotros, los Anunnaki, por esta 
			piel!, dijo Enki.
El recién nacido empezó a llorar; Ninmah lo estrechó contra su 
			pecho;
le dio el pecho, el niño se puso a chupar del pecho. 
				
				
				
¡Hemos conseguido la perfección!, dijo Ningishzidda eufórico.
				
Enki miraba fijamente a su hermana; no estaba viendo a Ninmah y a un
ser, sino a madre e hijo.
				
				
¿Le pondrás un nombre?, preguntó Enki. ¡Es un ser, no una criatura! 
			Ninmah puso su mano sobre el cuerpo del recién nacido, acarició con 
			sus
dedos su roja y oscura piel. ¡Le llamaré Adamu!, dijo Ninmah. ¡El 
			Que Como Arcilla de la Tierra Es,
ése será su nombre! Hicieron una cuna para el recién nacido Adamu, 
			lo pusieron en un rincón
de la Casa de la Vida. ¡Verdaderamente, hemos conseguido un modelo 
			del Trabajador Primitivo!,
dijo Enki. ¡Ahora se necesita un ejército de trabajadores como él!, 
			les recordó
Ningishzidda a sus mayores. ¡En verdad, será un modelo; por lo que a 
			él se refiere, será tratado como
un primogénito,
del duro trabajo se le protegerá, su sola esencia será como un 
			molde! Así dijo Enki; Ninmah quedó muy complacida con su decreto. 
			¿Qué matrices llevarán los óvalos fertilizados a partir de ahora?, 
			preguntó
Ningishzidda.
				
				
Los líderes ponderaron el asunto; Ninmah ofreció una solución. 
			Ninmah reunió a las sanadoras de su ciudad, Shurubak; les explicó el 
			trabajo que se requería de ellas, las llevó hasta la cuna de Adamu, 
			para que apreciaran al recién nacido
Terrestre. ¡No es un mandato llevar a cabo este trabajo!, les dijo 
			Ninmah: ¡Vuestro
propio deseo es la decisión!
				
				
De las Anunnaki reunidas, siete se adelantaron, siete aceptaron la 
			tarea. ¡Que se recuerden sus nombres para siempre!, le dijo Ninmah a 
			Enki. ¡Su trabajo es heroico, gracias a ellas nacerá una raza de 
			Trabajadores
Primitivos! Las siete que se adelantaron, cada una anunció su 
			nombre;
Ningishzidda registró los nombres:
Ninimma, Shuzianna, Ninmada, Ninbara, Ninmug, Musardu y Ningunna,
Éstos fueron los nombres de las siete que, por deseo propio, madres 
			de nacimiento iban a ser,
para concebir y llevar Terrestres en sus matrices, para crear 
			Trabajadores Primitivos.
En siete recipientes, hechos de arcilla del Abzu, Ninmah puso óvalos 
			de las hembras bípedas,
Ninmah extrajo la esencia vital de Adamu, la insertó poco a poco en 
			los recipientes.
Después, hizo una incisión en las partes masculinas de Adamu para 
			dejar salir una gota de sangre;
¡Sea esto un Signo de Vida; proclámese siempre que Carne y Alma se 
			han combinado!
Apretó las partes masculinas para que sangraran, una gota de sangre 
			añadió en cada recipiente para la mezcla.
				
				
¡En esta mezcla de arcilla, lo Terrestre y lo Anunnaki se enlazarán! 
			Así dijo Ninmah, un encantamiento pronunció:
¡ A la unidad las dos esencias, una del Cielo, una de la Tierra, 
			juntas se llevarán,
la de la Tierra y la de Nibiru, se enlazarán por parentesco 
			sanguíneo! Esto pronunció Ninmah; Ningishzidda también tomó nota de 
			sus palabras.
Los óvalos fertilizados se insertaron en las matrices de las 
			heroínas alumbradoras.
Hubo concepción; por anticipado, se calculó el tiempo previsto.
¡En el tiempo previsto, tuvieron lugar los partos! 
				
				
				
En el tiempo previsto, nacieron siete Terrestres varones,
sus rasgos eran los adecuados, emitían buenos sonidos; fueron 
			amamantados por las heroínas.
¡Se han creado siete Trabajadores Primitivos!, dijo Ningishzidda. 
			¡Repítase el procedimiento, que siete más asuman el trabajo!
¡Hijo mío!, le dijo Enki. ¡Ni siquiera de siete en siete será 
			suficiente, 
harían falta demasiadas heroínas sanadoras, su trabajo de este modo 
			se haría eterno!
¡Ciertamente, es un trabajo demasiado exigente, es poco menos que 
			insoportable!, les dijo Ninmah.
¡Tenemos que hacer hembras!, dijo Enki, para que sean las parejas de 
			lo»
varones.
				
				
Que se conozcan, para que los dos se hagan una sola carne.
¡Que procreen por sí solos, que hagan su propia prole, que por sí 
			mismos hagan nacer Trabajadores Primitivos, para relevar a las
mujeres Anunnaki! ¡Tienes que cambiar las fórmulas ME, ajustarías de 
			varón a hembra! Así
le dijo Enki a Ningishzidda. ¡Para hacer una pareja para Adamu, es 
			necesaria la concepción en la matriz
de una Anunnaki!
Así le respondió Ningishzidda a su padre Enki. Enki dirigió su 
			mirada hacia Ninmah; antes de que ella pudiera hablar, él
levantó la mano.
				
				
¡Deja que esta vez llame a mi esposa Ninki!, dijo con voz poderosa, 
			¡Si está dispuesta, que ella cree el molde para la hembra Terrestre! 
			Al Abzu, a la Casa de la Vida, llamaron a Ninki, le mostraron a 
			Adamu, se lo explicaron todo, le dieron explicaciones del trabajo 
			que se requería, le dieron cuenta del
éxito y del peligro.
				
				
Ninki estaba fascinada con el trabajo. ¡Hágase!, les dijo. 
			Ningishzidda hizo los ajustes de las fórmulas ME, con la mezcla se 
			fertilizó un óvalo,
Enki lo insertó en la matriz de su esposa; lo hizo con mucho 
			cuidado. Hubo concepción; en el tiempo previsto, Ninki se puso de 
			parto; no hubo
nacimiento.
Ninki contó los meses, Ninmah contó los meses; El décimo mes, un mes 
			de malos hados, empezaron a llamar. Ninmah, la dama cuya mano había 
			abierto matrices, hizo una incisión con
un cortador.
				
				
Llevaba la cabeza cubierta, llevaba protecciones en las manos; hizo 
			la abertura con destreza, la cara se le iluminó de pronto: lo que 
			había en la matriz, de la matriz salió.
¡Una hembra! ¡Has dado a luz a una hembra!, le dijo con regocijo a 
			Ninki. Examinaron con atención el aspecto y los miembros de la 
			recién nacida, sus orejas tenían buena forma, no tenía los ojos 
			obstruidos,
tenía los miembros adecuados, conformados como piernas en la parte 
			inferior
y como manos en la parte superior. 
				
				
No era peluda, como las arenas de la playa era el color de su 
			cabello, 
su piel era tersa, era como la de los Anunnaki en tersura y en 
			color.
Ninmah sostuvo en sus manos a la niña. Le dio una palmada en la 
			parte trasera;
¡La recién nacida emitió los sonidos adecuados!
Le pasó la recién nacida a Ninki, la esposa de Enki, para que la 
			amamantara, la nutriera y la cuidara.
¿Le pondrás nombre?, le preguntó Enki a su esposa. Es un ser, no una 
			criatura.
¡Está hecha a tu imagen y semejanza,
está hecha a la perfección, has logrado un modelo para trabajadoras 
			hembras!
				
				
Ninki puso la mano sobre el cuerpo de la recién nacida, acarició su 
			piel con los dedos.
¡Ti-Amat será su nombre, la Madre de la Vida!, dijo Ninki.
				
Será llamada como el planeta de antaño, del cual se forjaron la 
			Tierra Luna,
de las esencias vitales de su matriz se moldearán otras 
			alumbradoras,
¡dará así la vida a una multitud de Trabajadores Primitivos!
Así dijo Ninki; los demás pronunciaron palabras de acuerdo.
Viene ahora el relato de Adamu y Ti-Amat en el Edin,
y de cómo se les dio el Conocimiento de la procreación y al Abzu 
			fueron
expulsados.
				
				
Después de que fuera hecha Ti-Amat en la matriz de Ninki, en siete 
			recipientes hechos de arcilla del Abzu puso Ninmah óvalos de
hembras bípedas.
				
				
Extrajo la esencia vital de Ti-Amat y la insertó en los recipientes. 
			En los siete recipientes, hechos de arcilla del Abzu, Ninmah formó 
			la
mezcla;
pronunció encantamientos, como requería el procedimiento. En las 
			matrices de las heroínas alumbradoras se insertaron los óvalos 
			fertilizados;
Hubo concepción, en el tiempo previsto hubo alumbramientos,
en el tiempo previsto, nacieron siete hembras Terrestres.
Sus rasgos eran los adecuados, emitían buenos sonidos.
Así se crearon las siete homologas femeninas de los Trabajadores Pri
mitivos; 
				
los cuatro líderes crearon siete varones y siete hembras. 
				
¡Después de ser así creados los Terrestres, 
inseminen los varones a las hembras, que los Trabajadores Primitivos 
			ten
gan descendencia por sí mismos!
				
				
Así dijo Enki a los demás. ¡Después del tiempo previsto, los 
			descendientes tendrán otros descendientes, abundante será el número 
			de Trabajadores Primitivos, ellos llevarán los
trabajos duros de los Anunnaki!
Enki y Ninki, Ninmah y Ningishzidda estaban contentos, bebieron del 
			elixir del fruto.
Se hicieron jaulas para los siete y siete, las pusieron entre los 
			árboles; ¡Que crezcan juntos, alcancen la virilidad y la femineidad, 
			inseminen los varones a las hembras, tengan descendencia por sí 
			mismos!
Así se decían unos a otros.
				
				
¡En cuanto a Adamu y a Ti-Amat, se les protegerá de los duros 
			trabajos de
las excavaciones,
llevémosles al Edin, para mostrar allí nuestra obra a los Anunnaki! 
			Así dijo Enki a los demás; con esto coincidieron los demás.
A Eridú, la ciudad de Enki en el Edin, fueron llevados Adamu y 
			Ti-Amat,
se les construyó una morada en un recinto, para que pudieran vagar 
			por allí.
Los Anunnaki del Edin vinieron a verlos, vinieron del Lugar de 
			Aterrizaje.
Enlil vino a verlos; su disgusto disminuyó ante su visión.
Ninurta vino a verlos; Ninlil también.
				
				
Desde la estación de paso en Lahmu, Marduk, el hijo de Enki, también
bajó a ver.
¡Era una visión de lo más sorprendente, una maravilla de maravillas!
Vuestras manos lo han hecho, dijeron los Anunnaki a los forjadores.
Los Igigi, que iban y venían entre la Tierra y Lahmu, estaban todos 
			expectantes también.
¡Se han hecho Trabajadores Primitivos, nuestros días de esfuerzos 
			llegarán a un fin! Así decían todos.
En el Abzu, los recién nacidos crecieron, los Anunnaki esperaban 
			ansiosamente su maduración.
Enki era el supervisor, Ninmah y Ningishzidda también llegaron.
En las excavaciones, los Anunnaki se quejaban, cediendo el paso la 
			paciencia a la impaciencia.
Enki preguntaba a menudo a Ennugi, el supervisor; éste le transmitía 
			las protestas, pidiendo Trabajadores Primitivos.
				
				
Las vueltas de la Tierra crecieron en número, se retrasaba la 
			madurez de los Terrestres;
¡Se observó que entre las hembras no había concepción, no había 
			nacimientos!
Ningishzidda se hizo un diván de hierba junto a las jaulas de entre 
			los árboles;
estuvo observando a los Terrestres día y noche para determinar sus 
			acciones.
¡En verdad, los vio emparejarse, los varones inseminaban a las 
			hembras!
Pero no había concepción, no había nacimientos. '
				
				
Enki ponderó el asunto en profundidad, reflexionó sobre las 
			criaturas com
binadas; 
¡Ninguna, ninguna de ellas ha tenido descendencia! 
				
¡Al combinar dos especies, se ha creado una maldición!, dijo Enki a 
			Id
demás. 
¡Examinemos de nuevo las esencias de Adamu y Ti-Amat!, dijo 
			NÜ-gishzidda.
¡Estudiemos poco a poco sus ME para averiguar lo que está mal!
				
				
En Shurubak, en la Casa de Sanación, se contemplaron las esencias de
Adamu y Ti-Amat,
				
se compararon con las esencias vitales de varones y hembras 
			Anunnaki. Ningishzidda separó las esencias como dos serpientes 
			entrelazadas,
las esencias estaban dispuestas como veintidós ramas en un Árbol de 
			la Vida,
sus porciones eran comparables, determinaban adecuadamente las 
			imágenes y semejanzas.
Veintidós eran en número; ¡no incluían la capacidad de procrear!
				
				
Ningishzidda les mostró a los demás otras dos porciones de la 
			esencia presentes en los Anunnaki. Una masculina, otra femenina; 
			¡sin ellas, no había procreación! Así les
explicaba él a ellos.
				
				
¡En los moldes de Adamu y Ti-Amat, en la combinación no se 
			incluyeron! Ninmah escuchó esto y se quedó muy turbada; Enki se vio 
			inundado de
frustración. ¡El clamor en el Abzu es grande, se está preparando de 
			nuevo el motín! Así
les dijo Enki. ¡Hay que procurar Trabajadores Primitivos, para que 
			no se deje de extraer
oro!
Ningishzidda, experto en estos asuntos, propuso una solución; a sus 
			mayores, Enki y Ninmah, les dijo en un susurro en la Casa de
Sanación.
				
				
Entre todos, hicieron salir a las heroínas que ayudaban a Ninmah, 
			cerraron las puertas tras ellos, y se quedaron los tres a solas con 
			los dos
Terrestres. Ningishzidda hizo descender un profundo sueño sobre los 
			otros cuatro,
a los cuatro hizo insensibles. De la costilla de Enki extrajo la 
			esencia vital, en la costilla de Adamu insertó la esencia vital de 
			Enki; de la costilla de Ninmah extrajo la esencia vital, en la 
			costilla de Ti-Amat insertó la esencia vital.
				
				
Allí donde se hicieron las incisiones, Ningishzidda cerró la carne 
			después. Luego, Ningishzidda los despertó a los cuatro. ¡Ya está 
			hecho!, declaró
con orgullo.
¡Al Árbol de la Vida de ellos se le han añadido dos ramas, con 
			fuerzas procreadoras se han entrelazado ahora sus esencias vitales! 
			¡Dejémosles vagar libremente, que se conozcan entre sí como una sola
carne!, dijo Ninmah. En los huertos del Edin se puso a Adamu y a 
			Ti-Amat para que vagaran
libremente.
				
				
Tomaron conciencia de su desnudez, se hicieron conscientes de su 
			virilidad y su femineidad.
Ti-Amat se hizo un mandil de hojas, para distinguirse de las bestias 
			salvajes.
Enlil paseaba por el huerto con el calor del día, disfrutaba de las 
			sombras.
Se encontró de improviso con Adamu y con Ti-Amat, se dio cuenta de 
			los mandiles con los que cubrían su bajo vientre.
				
				
¿Qué significa esto?, preguntó Enlil; Enki le convocó para 
			explicárselo. Enki le explicó a Enlil el asunto de la procreación: 
			Los siete y siete han fracasado, le admitió a Enlil;
Ningishzidda examinó las esencias vitales, ¡hacía falta una 
			combinación adicional!
Grande fue el enfado de Enlil, furiosas eran sus palabras:
Nada de todo esto era de mi agrado, yo me oponía a que actuáramos 
			como Creadores.
¡El ser que necesitamos ya existe! Eso dijiste tú, Enki.
				
				
¡Todo lo que tenemos que hacer es poner nuestra señal en él, para 
			así forjar a los Trabajadores Primitivos!
¡A las mismas heroínas sanadoras se las ha hecho correr riesgos, a 
			Ninmah y a Ninki se les ha puesto en peligro,
todo en vano, tu obra era un fracaso!
¡Ahora les has dado a estas criaturas las últimas porciones de 
			nuestra esencia vital,
para que sean como nosotros en el conocimiento de la procreación, 
			quizás para conferirles a ellos nuestros ciclos vitales!
				
				
Así, con palabras iracundas, habló Enlil.
Enki llamó a Ninmah y a Ningishzidda para apaciguar con sus palabras 
			a Enlil.
¡Mi señor Enlil!, dijo Ningishzidda. ¡Han recibido el conocimiento 
			de la procreación,
pero no se les ha dado la rama de la Larga Vida en su árbol 
			esencial! Después habló Ninmah, le dijo a su hermano Enlil:
¿Qué elección teníamos, hermano mío? ¿Que acabara todo en el 
			fracaso, que afrontara Nibiru su fatídica suerte,
intentar, intentar, intentar, y hacer que asuman el trabajo los 
			Terrestres a
través de la procreación?
				
				
¡Entonces, que estén donde se les necesita!, dijo Enlil furioso. ¡Al 
			Abzu, lejos del Edin, sean expulsados!