¡Al Abzu, lejos del Edin, sean expulsados!
Así lo ordenó Enlil; Adamu y Ti-Amat fueron expulsados desde el Edin 
			al Abzu.
Enki los puso en un recinto entre los árboles; los dejó para que se 
			conocieran. Enki vio con alegría lo que Ningishzidda había 
			provocado: Ti-Amat estaba retozando con un niño.
Ninmah vino para observar el parto: ¡un hijo y una hija, gemelos, 
			les han
nacido a los Seres Terrestres!
Ninmah y Enki veían a los recién nacidos con asombro, era una 
			maravilla como crecían y se desarrollaban; los días eran como meses, 
			los meses acumulaban años para la Tierra. ¡Para cuando Adamu y 
			Ti-Amat tuvieron otros hijos e hijas, los primeros
ya estaban procreando por sí mismos!
				
				
Antes de que hubiera pasado un Shar de Nibiru, los Terrestres 
			estaban pro-liferando.
A los Trabajadores Primitivos se les había dotado de entendimiento, 
			entendían los mandatos;
estaban anhelando estar con los Anunnaki, trabajaban duro y bien con 
			sus raciones de comida,
no se quejaban del calor ni del polvo, no refunfuñaban diciendo 
			estar derrengados;
los Anunnaki del Abzu se vieron liberados de las penurias del 
			trabajo.
				
				
El vital oro iba llegando a Nibiru,
la atmósfera de Nibiru iba sanando lentamente;
La Misión-Tierra proseguía para satisfacción de todos
Entre los Anunnaki, Aquellos Que del Cielo a la Tierra Vinieron, 
			también
había desposorios y procreación.
				
				
Los hijos de Enlil y Enki, de entre hermanas y hermanastras, de 
			entre heroínas sanadoras tomaron esposas. A ellos, les nacieron 
			hijos e hijas en la Tierra;
Aunque estaban dotados con los ciclos vitales de Nibiru, se vieron 
			acelerados por los ciclos de la Tierra.
El que aún había estado en pañales en Nibiru, en la Tierra se había 
			convertido en niño; el que había comenzado a gatear estando en 
			Nibiru, naciendo en la Tierra
ya estaba corriendo por ahí.
				
				
Mucha alegría hubo cuando les nacieron gemelos a Nannar y Ningal, 
			una hija y un hijo tuvieron; Ningal les llamó Inanna y Utu. ¡Con 
			ellos, se hacía presente la tercera generación de Anunnaki en la 
			Tierra! Se les asignaron trabajos a los descendientes de los 
			líderes; se repartieron algunas faenas de antaño, entre los 
			descendientes se hacían
más fáciles;
A las faenas de antaño, se les añadían nuevas tareas. Sobre la 
			Tierra el calor era creciente, la vegetación florecía, criaturas 
			salvajes recorrían la tierra;
las lluvias eran más fuertes, los ríos manaban, había que reparar 
			las moradas. Sobre la Tierra cada vez hacía más calor, las zonas de 
			blanca nieve se fundían en agua,
los océanos no contenían las barreras de los mares. 
				
				 
				
				Desde las 
			profundidades de la Tierra, los volcanes arrojaban fuego y azufre, 
			el suelo temblaba cada vez que la Tierra se sacudía. En el Mundo 
			Inferior, el lugar de color blanco de nieve, la Tierra gruñía; en la 
			punta del Abzu, Enki estableció un lugar de observación, confió el 
			mando a su hijo Nergal y a su esposa Ereshkigal. ¡Algo desconocido, 
			algo insólito, se está fraguando allí abajo!, dijo Nergal a su 
			padre, Enki. En Nibru-ki, el lugar del Enlace Cielo-Tierra, Enlil 
			observaba las vueltas
celestes, comparaba los movimientos celestes con los ME-de las 
			Tablillas de Destinos;
¡Hay alboroto en los cielos!, le dijo Enlil a su hermano Enki.
				
				
				
Desde el planeta Lahmu, el lugar de la estación de paso, Marduk se 
			quejaba a Enki, su padre.
¡Fuertes vientos están perturbando, están levantando irritantes 
			tormentas de polvo!
Estas palabras le transmitió Marduk a su padre, Enki: ¡En el 
			Brazalete Repujado está habiendo trastornos! Sobre la Tierra, caía 
			azufre del cielo.
				
				
Demonios despiadados que causaban estragos, se acercaban 
			violentamente a la Tierra,
se inflamaban con fuegos llameantes en el cielo.
				
				
Traían la oscuridad a un día claro, hacían estragos con tormentas y 
			Vientos Malignos.
Estaban atacando la Tierra como proyectiles pétreos,
Kingu, la Luna de la Tierra, y Lahmu también, se veían afligidos por 
			estos estragos, 
¡los rostros de los tres se veían cubiertos con innumerables 
			señales! 
Enlil y Enki le transmitieron a Anu, el rey, palabras urgentes, 
			alertaron a los sabios de Nibiru: 
¡La Tierra, la Luna y Lahmu se enfrentan a una calamidad 
			desconocida! 
				
				
Desde Nibiru, los sabios respondieron; sus palabras no calmaron los 
			corazones de los líderes:
en los cielos, la familia del Sol estaba tomando posiciones,
los celestiales, de los cuales la Tierra es el séptimo, estaban 
			eligiendo lugares. En los cielos, Nibiru se aproximaba, se acercaba 
			a la morada del Sol. Nibiru se veía perturbado por los siete, en una 
			hilera dispuestos, el sendero a través del Brazalete Repujado había 
			desaparecido, ¡había estado desplazando trozos y piezas del 
			Brazalete! Despojado de la barrera celestial, Lahamu con Mummu se 
			agazapaban cerca del Sol, en los cielos, Lahamu había abandonado su 
			gloriosa morada, se veía atraída hacia Nibiru, el rey celestial, 
			¡una reina del cielo deseaba ser! Para contenerla, Nibiru hizo 
			aparecer un monstruoso demonio desde la profundidad celestial.
				
				
Un monstruo que perteneció una vez al ejército de Tiamat, forjado en 
			la Batalla Celestial,
desde la profundidad celestial se abrió camino, despertado de su 
			sueño por Nibiru. Como un dragón flameante, se extendía desde el 
			horizonte hasta la mitad del cielo, una legua tenía su cabeza, 
			cincuenta leguas de largo tenía, su cola era impresionante.
				
				
Por el día, oscurecía los cielos de la Tierra.
Por la noche, arrojaba un hechizo de oscuridad sobre el rostro de la 
			Luna. A sus hermanos, los celestiales, Lahamu pidió ayuda: ¿Quién se 
			enfrentará al dragón, quién lo detendrá y lo matará?, preguntaba. 
			Sólo el valiente Kingu, en otro tiempo protector de Tiamat, se 
			adelantó para responder.
Kingu se apresuró para interceptar al dragón en su sendero: Fiero 
			fue el encuentro, una tempestad de nubes se levantó sobre Kingu; 
			Kingu se sacudió hasta sus cimientos, la Luna se estremeció y tembló 
			por el impacto.
				
				
Después, el trastorno celeste se calmó, Nibiru volvía a su distante 
			morada en lo Profundo, Lahamu no abandonó su lugar de morada,
los proyectiles pétreos cesaron en su lluvia sobre la Tierra y 
			Lahmu. Enki y Enlil se reunieron con Marduk y Ninurta, emprendieron 
			la inspección de los estragos.
Enki inspeccionó los cimientos de la Tierra, examinó lo que había 
			acontecido con sus plataformas. Midió las profundidades de los 
			océanos, exploró las montañas de oro
y cobre de los lejanos rincones de la Tierra. No habrá escasez del 
			oro vital. Así dijo Enki. En el Edin, Ninurta fue el inspector, 
			donde las montañas temblaron y los
valles se estremecieron, en su nave celeste, se elevó y viajó. La 
			Plataforma de Aterrizaje estaba intacta; ¡en los valles del norte, 
			la Tierra derramaba líquidos ígneos! Así le contaba Ninurta a su 
			padre, Enlil; descubrió brumas sulfúricas y betunes. 
En Lahmu, la atmósfera estaba dañada, las tormentas de polvo 
			interferían con la vida y con el trabajo,
Así le decía Marduk a Enki. ¡Deseo volver a la Tierra!, desveló a su 
			padre.
Enlil volvió de nuevo sobre sus antiguos planes, reconsideró las 
			ciudades que había planeado y sus funciones.
¡Hay que establecer en el Edin un Lugar del Carro!, les dijo a los 
			demás. Les mostró los antiguos diseños del trazado sobre la tablilla 
			de cristal.
				
				
El transporte desde el Lugar de Aterrizaje hasta la estación de paso 
			en
Lahmu ya no es seguro, ¡
¡tenemos que ser capaces de subir hasta Nibiru desde la Tierra! Así 
			les habló Enlil.
Desde el primer amerizaje, se contaban ya ochenta Shars.
				
				
Viene ahora el relato del viaje a la Luna de Enki y Marduk,
				
y de cómo Enki determinó los tres Caminos del Cielo y las 
			constelaciones.
¡Que se establezca el Lugar de los Carros, cerca de Bad-Tibira, la 
			Ciudad del Metal,
desde allí, llévese el oro directamente desde la Tierra a Nibiru en 
			los carros! Estas palabras les dijo Ninurta, el comandante de 
			Bad-Tibira.
				
				
Enlil tuvo en cuenta las palabras de Ninurta, su hijo; estaba 
			orgulloso de la sabiduría de su hijo.
Enlil le transmitió rápidamente el plan a Anu, el rey, diciéndole 
			estas palabras:
Que se establezca un Lugar de Carros Celestiales en el Edin,
que se construya cerca del lugar donde se funde y se refina el 
			mineral de oro.
¡Llévese el oro puro en los carros directamente desde la Tierra 
			hasta Nibiru,
que héroes y suministros sean traídos directamente a la Tierra desde 
			Nibiru!
¡De gran mérito es el plan de mi hermano!, dijo Enki a su padre Anu. 
			Pero una gran desventaja alberga en su núcleo:
¡la atracción de la red de la Tierra es mucho mayor que la de Lahmu; 
			para
superarla, nuestras energías quedarán exhaustas! 
				
				
Antes de que haya prisa por decidir, examinemos una alternativa:
¡cerca de la Tierra hay un acompañante, se trata de la Luna! La 
			atracción de su red es más pequeña, de ahí que se precise poco 
			esfuerzo para ascender y descender. ¡Considerémosla como estación de 
			paso, que se nos permita a Marduk y
a mí viajar hasta allí!
				
				
Anu, el rey, presentó a la consideración de consejeros y sabios los 
			dos planes. ¡Examínese primero la Luna!, le aconsejaron al rey. 
			¡Examínese primero la Luna!, transmitió Anu la decisión a Enki y a 
			Enlil. Enki se alegró enormemente; la Luna siempre le había 
			resultado atractiva, siempre se había preguntado si habría aguas 
			ocultas en algún lugar, y qué
atmósfera poseía.
				
				
En las noches de insomnio, había observado embelesado su frío disco 
			plateado, sus crecientes y decrecientes jugaban con el Sol, y se le 
			antojaban una
maravilla entre las maravillas. Enki deseaba descubrir los secretos 
			que la Luna conservaba desde el
Principio.
				
				
En una nave espacial, hicieron Enki y Marduk su viaje hasta la Luna; 
			tres veces circundaron a la compañera de la Tierra, observaron la 
			profunda herida que le había causado el dragón, la cara de la Luna 
			estaba marcada con muchas depresiones, obra de los
destructivos demonios. En un lugar de ondulantes colinas hicieron 
			descender la nave espacial, en
su mitad aterrizaron;
desde aquel lugar pudieron observar la Tierra y la amplitud de los 
			cielos. Tuvieron que ponerse los cascos de águilas; la atmósfera era 
			insuficiente
para respirar.
				
				
Dieron un paseo con facilidad, fueron en esta y en aquella 
			dirección; la obra del maligno dragón fue de sequedad y desolación. 
			¡No se parece a Lahmu, no es adecuado para una estación de paso!, 
			dijo
Marduk a su padre.
				
				
¡Vamonos de este lugar, volvamos a la Tierra! ¡No te precipites, 
			hijo mío! Así le dijo Enki a Marduk. ¿Acaso no estás hechizado con 
			la danza celestial de la Tierra, la Luna y el Sol?
Desde aquí, la visión está despejada, la región del Sol está a mano,
				
la Tierra no cuelga de nada, como un globo en el vacío. 
¡Con nuestros instrumentos, podemos explorar los cielos distantes,
				
en esta soledad podemos admirar la obra del Creador de Todo!
¡Quedémonos, observemos las vueltas, cómo circunda la Luna a la 
			Tierra,
cómo hace sus vueltas la Tierra alrededor del Sol!
Así le hablaba Enki a su hijo Marduk, excitado por lo que veía.
				
				
Marduk se persuadió con las palabras de su padre; hicieron su morada 
			en la nave espacial.
Durante una vuelta de la Tierra, durante tres vueltas, permanecieron 
			en la Luna;
midieron sus movimientos con respecto a la Tierra, calcularon la 
			duración de un mes.
Durante seis vueltas de la Tierra, durante doce vueltas alrededor 
			del Sol, midieron el año de la Tierra.
Tomaron nota de cómo se emparejaban ambos, haciendo desaparecer a 
			las luminarias.
Después, prestaron atención a la región del Sol, estudiaron los 
			senderos de Mummu y de Lahamu.
Junto con la Tierra y la Luna, Lahmu constituía la segunda región 
			del Sol,
Seis eran los celestiales de las Aguas Inferiores. Así le explicó 
			Enki a Marduk.
				
				
Seis eran los celestiales de las Aguas Superiores, estaban más allá 
			de la
barrera, del Brazalete Repujado:
Anshar y Kishar, Anu y Nudimmud, Gaga y Nibiru; éstos eran los otros 
			seis, eran doce en total, doce era la cuenta del Sol y su familia. 
			De los trastornos más recientes, Marduk inquirió a su padre:
¿Por qué han tomado plazas en una hilera siete celestiales? Así 
			preguntó a su padre.
Enki consideró entonces sus vueltas alrededor del Sol;
Enki observó con atención la gran banda de éstos alrededor del Sol, 
			su progenitor,
las posiciones de la Tierra y la Luna marcó Enki en un mapa, Por los 
			movimientos de Nibiru, no descendiente del Sol, esbozó la anchura de 
			la gran banda.
El Camino de Anu, el rey, decidió Enki nombrarla.
				
				
En la amplitud de los cielos profundos, padre e hijo observaron las 
			estrellas;
Enki estaba fascinado con sus proximidades y agrupamientos.
Dibujó imágenes de doce constelaciones, de horizonte a horizonte, en 
			toda
la vuelta de los cielos. En la Gran Banda, el Camino de Anu, 
			emparejó a cada una con los doce
de la familia del Sol,
a cada una le designó una estación, por nombres serían llamadas. 
			Luego, en los cielos por debajo del Camino de Anu, por donde Nibiru 
			se
aproxima al Sol,
diseñó un camino parecido a una banda, lo designó el Camino de Enki; 
			también le asignó a él doce constelaciones por sus formas. A los 
			cielos por encima del Camino de Anu, a la Hilera Superior, la llamó
el Camino de Enlil,
también agrupó allí las estrellas en doce constelaciones. Treinta y 
			seis fueron las constelaciones de estrellas, en los tres Caminos
estaban ubicadas. 
				
				 
				
				En lo sucesivo, cuando Nibiru se acerque y se 
			vaya, desde la Tierra su
curso será conocido por las estaciones de estrellas, ¡Así se 
			designará la posición de la Tierra mientras viaja alrededor del Sol! 
			Enki le indicó a Marduk el inicio del ciclo, la medida del Tiempo 
			Celestial: Cuando llegué a la Tierra, la estación a la que di final, 
			la Estación de los
Peces fue nombrada,
¡La nombré con mi propio nombre! «El de las aguas». Así dijo Enki, 
			con satisfacción y orgullo, a su hijo Marduk. Tu sabiduría abarca 
			los cielos, tus enseñanzas sobrepasan mi propia comprensión,
¡pero en la Tierra y en Nibiru, el conocimiento y el gobierno andan 
			separados! Así le dijo Marduk a su padre. ¡Hijo mío! ¡Hijo mío! ¿Qué 
			es lo que no sabes, qué es lo que echas en
falta?, le dijo Enki.
				
				
¡Los secretos de los cielos, los secretos de la Tierra he compartido 
			contigo! ¡Ay, padre mío!, dijo Marduk. Había angustia en su voz. 
			Cuando los Anunnaki en el Abzu dejaron de trabajar y te pusiste a 
			forjar al Trabajador Primitivo,
no mi madre, sino Ninmah, la madre de Ninurta, para ayudarte fue 
			convocada,
no yo, sino Ningishzidda, de mí el más joven, para ayudarte fue 
			invitado,
¡con ellos, no conmigo, tus conocimientos de la vida y la muerte 
			compartiste!
¡Hijo mío!, le respondió Enki a Marduk. ¡A tu mandato fue dado de 
			los Igigi y Lahmu ser supremo!
¡Ay, padre mío!, le dijo Marduk. ¡De la supremacía, por el hado 
			hemos sido privados!
				
				
Tú, padre mío, eres el Primogénito de Anu; sin embargo, Enlil, y no 
			tú, es
el Heredero Legal; 
tú, padre mío, fuiste el primero en amerizar y en fundar Eridú,
				
sin embargo, Eridú está en los dominios de Enlil, los tuyos están en 
			el distante Abzu.
Yo soy tu Primogénito, de tu esposa legítima en Nibiru nací,
sin embargo, el oro se reúne en la ciudad de Ninurta, para de allí 
			enviarlo
o retenerlo, 
la supervivencia de Nibiru está en sus manos, no en mis manos. 
				
				
				
Ahora volvemos a la Tierra; ¿cuál será mi trabajo,
el hado me destina a la fama y la realeza, o a ser humillado de 
			nuevo? 
En silencio, Enki abrazó a su hijo, en la desolada Luna le hizo una 
			promesa:
¡Eso de lo cual se me ha privado a mí, tu destino futuro será! 
				
¡Tu tiempo celestial llegará, una estación mía junto a la tuya 
			habrá! 
Viene ahora el relato de Sippar, el Lugar de los Carros en el Edin, 
			y de cómo los Trabajadores Primitivos volvieron al Edin.
				
				
Durante muchas vueltas de la Tierra, padre e hijo estuvieron 
			ausentes de la Tierra;
en la Tierra, no se llevaba a cabo ningún plan; en Lahmu, los Igigi 
			estaban alborotados.
Enlil le transmitió a Anu palabras secretas, sus preocupaciones le 
			transmitió a Anu desde Nibru-ki:
Enki y Marduk han ido a la Luna, durante incontables vueltas se han 
			quedado allí.
Sus acciones son un misterio, no se sabe lo que están tramando; 
			Marduk ha abandonado la estación de paso de Lahmu, los Igigi están
ansiosos, la estación de paso se ha visto afectada por tormentas de 
			polvo, los daños
que pueda haber nos son desconocidos.
				
				
El Lugar de los Carros en el Edin debe ser construido,
				
desde allí se llevará el oro directamente de la Tierra a Nibiru, a 
			partir de entonces, ya no será necesaria una estación de paso en 
			Lahmu; ése es el plan de Ninurta, su entendimiento es grande en 
			estas materias, ¡Establézcase el Lugar de los Carros en Bad-Tibira, 
			sea Ninurta su primer comandante!
				
				
Anu dio mucha consideración a las palabras de Enlü; a Enlil, una 
			respuesta le dio:
Enki y Marduk están volviendo a la Tierra;
¡Escuchemos primero sus palabras de lo que en la Luna han 
			descubierto! De la Luna partieron Enki y Marduk, a la Tierra 
			regresaron; dieron cuenta de las condiciones allí; ¡no es viable una 
			estación de paso
ahora!, informaron.
¡Que se construya el Lugar de los Carros!, dijo Anu. ¡Sea Marduk su 
			comandante!, dijo Enki a Anu. ¡Esa tarea está reservada para 
			Ninurta!, gritó Enlil con rabia. ¡Ya no hace falta comando para los 
			Igigi, Marduk tiene conocimientos de
esos trabajos,
que se haga cargo Marduk del Pórtico del Cielo! Así le dijo Enki a 
			su padre. Anu reflexionó sobre el asunto con preocupación: ¡Ahora 
			los hijos se ven
afectados por las rivalidades!
				
				
Con sabiduría estaba dotado Anu, con sabiduría tomó sus decisiones: 
			El Lugar de los Carros para conducir el oro por nuevos caminos está 
			designado, pongamos en manos de una nueva generación lo que viene a 
			partir de ahora.
Ni Enlil ni Enki, ni Ninurta ni Marduk estarán al mando, ¡que asuma 
			la responsabilidad la tercera generación, sea Utu el comandante! 
			¡Construyase el Lugar de los Carros Celestiales, sea su nombre 
			Sippar, Ciudad Pájaro!
				
				
Ésta fue la palabra de Anu; inalterable fue la palabra del rey.
				
La construcción comenzó en el Shar ochenta y uno, se siguieron los 
			planos de Enlil.
Nibru-ki estaba en el centro, Enlil lo designó como Ombligo de la 
			Tierra,
por su ubicación y por distancias, las ciudades de antaño se 
			situaron como
en círculos, 
se dispusieron como una flecha, desde el Mar Inferior hacia las 
			montañas
él trazó una línea sobre los picos gemelos de Arrata, hasta los 
			cielos en 
norte, 
donde la flecha intersectaba la línea de Arrata, marcó el lugar de 
			Sippar, el Lugar de los Carros de la Tierra;
¡a él llevaba directamente la flecha, desde Nibru-ki estaba 
			exactamente ubicado por un círculo igual!
Ingenioso era el plan, todos se maravillaban por su precisión.
				
				
En el octuagésimosegundo Shar se terminó la construcción de Sippar; 
			se le dio el mando al héroe Utu, nieto de Enlil. Se forjó para él un 
			casco de águila, se decoró con alas de águila.
Anu llegó en el primer carro que, desde Nibiru, vino directamente 
			hasta Sippar;
deseaba ver por sí mismo las instalaciones, quería maravillarse con 
			lo que se había conseguido.
Para la ocasión, los Igigi, comandados por Marduk, bajaron de Lahmu 
			a la Tierra,
desde el Lugar de Aterrizaje y desde el Abzu vinieron los Anunnaki.
				
				
Hubo palmadas en las espaldas y vítores, fiesta y celebración. 
				
Inanna, nieta de Enlil, obsequió a Anu con cantos y danzas;
				
antes de partir, Anu convocó a los héroes y a las heroínas.
				
¡Una nueva era ha comenzado! Así les dijo.
¡Con el suministro directo de la salvación dorada, el fin del duro 
			trabajo está próximo!
				
				
En el momento haya suficiente oro de protección amontonado y 
			almacenado en Nibiru,
podrá reducirse el trabajo en la Tierra, ¡héroes y heroínas volverán 
			a Nibiru! Esto prometió Anu, el rey, a los allí reunidos, les 
			transmitió una gran espe-
ranza:
¡Unos cuantos Shars más de duro trabajo, y volverán a casa!
Anu ascendió de vuelta a Nibiru con mucha pompa; oro, oro puro 
			llevaba
con él. Utu llevó a cabo su nueva tarea con cariño; Ninurta conservó 
			el mando en
Bad-Tibira.
				
				
Marduk no volvió a Lahmu; tampoco fue al Abzu con su padre. Deseaba 
			vagar por todas las tierras, recorrer la Tierra en su nave celeste, 
			de los Igigi, algunos en Lahmu, otros en la Tierra, se hizo a Utu 
			comandante. Tras el regreso de Anu a Nibiru, los líderes en la 
			Tierra tenían grandes
expectativas:
esperaban que los Anunnaki trabajaran con renovado vigor. Amasar 
			rápidamente oro, para volver a casa cuanto antes. ¡Pero eso, ay, no 
			fue lo que vino a suceder! En el Abzu, las expectativas de los 
			Anunnaki no eran las de continuar con
el duro trabajo, sino las de liberarse de él,
¡ahora que los Terrestres están proliferando, que se encarguen ellos 
			del trabajo!
Así decían los Anunnaki en el Abzu.
				
				
En el Edin, los trabajos eran mayores; hacían falta más moradas, más 
			provisiones. Los héroes del Edin exigieron Trabajadores Primitivos, 
			hasta entonces
confinados en el Abzu, ¡Durante cuarenta Shars, sólo se ha 
			proporcionado alivio en el trabajo en
el Abzu!, gritaban los héroes en el Edin, nuestro trabajo se ha 
			incrementado más allá de toda resistencia, ¡tengamos
también Trabajadores! Mientras Enki y Enlil debatían el asunto, 
			Ninurta tomó la decisión en sus
manos:
dirigió una expedición hasta el Abzu con cincuenta héroes, iban 
			pertrechados con armas.
En los bosques y las estepas del Abzu, persiguieron a los 
			Terrestres,
con redes los capturaron, llevaron varones y hembras al Edin.
				
				
Los entrenaron para hacer todo tipo de faenas, tanto en los huertos 
			como en las ciudades.
Enki se enfadó con lo sucedido, también se enfureció Enlil:
¡Has revocado mi decisión de expulsar a Adamu y a Ti-Amat! Así le 
			dijo Enlil a Ninurta.
¡Para que no se repitiera en el Edin el motín que hubo una vez en el 
			Abzu!
Así le dijo Ninurta a Enlil. Con los Terrestres en el Edin, los 
			héroes se cal
marán, 
¡unos cuantos Shars más, y no habrá de qué preocuparse! Así dijo 
			Ninurta
a Enlil. 
				
				
Enlil no se apaciguó; ¡Así sea!, le dijo refunfuñando a su hijo.
¡Amontónese con rapidez el oro, volvamos todos pronto a Nibiru! 
				
En el Edin, los Anunnaki observaban con admiración a los Terrestres:
Tienen inteligencia, comprenden las órdenes.
Se encargaron de todo tipo de faenas; iban desnudos al realizar sus 
			trabajos.
Entre ellos, varones y hembras se emparejaban constantemente, 
			prolifera-ban con rapidez:
¡En un Shar, a veces cuatro, a veces más, tenían lugar sus 
			generaciones!
Mientras los Terrestres crecieran en número, tendrían trabajadores 
			los Anunnaki,
los Anunnaki no se saciaban con los alimentos;
en las ciudades y en los huertos, en los valles y en las colinas,
				
los Terrestres estaban buscando comida constantemente. 
				
				
				
En aquellos días, todavía no se habían hecho los cereales, 
				
no había ovejas, aún no se había creado el cordero.
Acerca de todo esto, Enlil le dijo palabras airadas a Enki:
				
¡Con tus actos has generado confusión, así que busca tú la 
			salvación! 
Viene ahora el relato de cómo vino a ser el Hombre Civilizado,
de cómo se creó, mediante un secreto de Enki, a Adapa y a Titi en el 
			Edin.
Con la proliferación de los Terrestres, Enki estaba complacido, Enki 
			estaba preocupado;
el grupo de los Anunnaki se había acomodado en gran medida, su 
			descontento había decrecido,
con la proliferación, los Anunnaki rehuían el trabajo, los 
			trabajadores se estaban convirtiendo en siervos.
				
				
Durante siete Shars, el grupo de los Anunnaki se acomodó mucho, su 
			descontento disminuyó.
Con la proliferación de los Terrestres, lo que crecía por sí solo 
			era insuficiente para todos; en tres Shars más hubo escasez de 
			pescado y de caza, ni Anunnaki ni
Terrestres quedaban saciados con lo que por sí mismo crece. En su 
			corazón, Enki estaba planeando una nueva empresa; concebía la 
			creación de una Humanidad Civilizada. ¡Cereales que sean sembrados 
			por ellos para ser cultivados, ovejas para
que las apacienten! En su corazón, Enki estaba planeando una nueva 
			empresa; reflexionaba
sobre cómo conseguirlo.
				
				
Observó para estos planes a los Trabajadores Primitivos del Abzu, 
			reflexionó sobre los Terrestres en el Edin, en las ciudades y en los 
			huertos. ¿Qué se les podría adecuar para los trabajos? ¿Qué hay que 
			no se haya
combinado en la esencia vital?
Observó a los descendientes de los Terrestres, constató algo 
			alarmante: ¡Con la repetición de las cópulas, se estaban degradando 
			hacia sus antepasados salvajes!
				
				
Enki estuvo mirando por las zonas pantanosas, navegó por los ríos y 
			observó;
con él, sólo iba Isimud, su visir, el que guardaba los secretos. Vio 
			que en la orilla del río se bañaban y retozaban unos Terrestres; 
			entre ellos, había dos hembras de salvaje belleza, firmes eran sus 
			senos. Contemplándolas, el falo de Enki se humedeció, tenía un 
			ardiente deseo. ¿Les doy un beso a las jóvenes?, le preguntó Enki a 
			su visir Isimud. Llevaré la embarcación hasta allí, ¡besa a las 
			jóvenes!, le dijo Isimud
a Enki. Isimud dirigió la barca hasta allí, Enki saltó de la barca a 
			tierra firme.
				
				
Enki llamó a una joven, ella le ofreció una fruta. Enki se inclinó 
			hacia ella, la abrazó, en los labios la besó; dulces eran sus 
			labios, firmes de madurez eran sus senos. En su matriz derramó su 
			semen, en el apareamiento la conoció. Ella guardó en su vientre el 
			sagrado semen, quedó fecundada con el semen del señor Enki.
				
				
Enki llamó a la segunda joven, ella le ofreció bayas del campo.
				
Enki se inclinó hacia ella, la abrazó, en los labios la besó;
				
dulces eran sus labios, firmes de madurez eran sus senos. 
				
En su matriz derramó su semen, en el apareamiento la conoció.
Ella guardó en su vientre el sagrado semen, quedó fecundada con el 
			semen
del señor Enki. 
¡Quédate con las jóvenes, por ver si quedan embarazadas! 
				
Así le dijo Enki a su visir Isimud.
				
				
Isimud se sentó junto a las jóvenes; hacia la cuarta cuenta 
			aparecieron sus abultamientos.
Hacia la décima cuenta, la novena se había completado, la primera 
			joven se puso en cuclillas y dio a luz, de ella nació un niño; la 
			segunda joven se puso en cuclillas y dio a luz, de ella nació una 
			niña. Al amanecer y al crepúsculo, lo cual delimita un día, en el 
			mismo día dieron a luz las dos, como las Llenas de Gracia, Amanecer 
			y Crepúsculo, a partir de entonces
se les conoció en las leyendas. En el nonagésimotercer Shar, 
			engendrados por Enki, nacieron los dos en
el Edin.
				
				
Isimud llevó rápidamente a Enki noticia de los alumbramientos.
Enki estaba en éxtasis con los alumbramientos: ¡Quién había oído 
			hablar
de algo así!
¡Se consiguió la concepción entre Anunnaki y Terrestres, he traído 
			al ser al Hombre Civilizado! Enki dio instrucciones a su visir, 
			Isimud: ¡Mi acción debe permanecer en
secreto! Que los recién nacidos sean amamantados por sus madres; 
			después de eso,
los traerás a mi casa, ¡Entre las aneas, en cestas de junco, los he 
			encontrado!, dijo Isimud a todo
el mundo.
				
				
Ninki tomó cariño a los expósitos, los crió como a sus propios 
			hijos. Adapa, el Expósito, llamó al niño; Titi, Una con Vida, llamó 
			a la niña. A diferencia del resto de niños Terrestres, la pareja 
			era: de crecimiento más lento que los Terrestres, mucho más rápidos 
			de comprensión;
estaban dotados de inteligencia, eran capaces de hablar con 
			palabras. 
Hermosa y agradable era la niña, muy diestra con las manos;
Ninki, la esposa de Enki, le tomó cariño a Titi; le enseñó todo tipo 
			de oficios.
A Adapa, fue el mismo Enki quien le enseñó, le instruyó en cómo 
			hacer anotaciones.
Enki le mostró orgulloso a Isimud sus logros,
				
¡he creado al Hombre Civilizado!, le dijo a Isimud. 
				
				
				
¡De mi simiente, ha sido creado un nuevo tipo de Terrestre, a mi 
			imagen y
semejanza!
De las semillas, harán crecer alimentos; y apacentarán ovejas, ¡a 
			partir de entonces, los Anunnaki y los Terrestres quedarán saciados! 
			Enki envió palabras a su hermano Enlil; Enlil vino desde Nibru-ki 
			hasta
Eridú.
¡En el desierto, ha aparecido un nuevo tipo de Terrestre!, dijo Enki 
			a Enlil. Son rápidos en aprender, se les pueden enseñar 
			conocimientos y oficios. Que se nos traigan de Nibiru semillas de 
			las que se siembran, que se nos traigan de Nibiru ovejas para 
			repartir por la Tierra, enseñemos a esta nueva raza de Terrestres la 
			agricultura y el pastoreo, ¡saciémonos juntos Anunnaki y Terrestres! 
			Así le dijo Enki a Enlil. ¡Ciertamente, son similares a nosotros los 
			Anunnaki en muchos aspectos!,
dijo Enlil a su hermano. ¡Es una maravilla de maravillas que hayan 
			aparecido por sí mismos en el
desierto!
				
				
Llamaron a Isimud. ¡Entre las aneas, en cestas de juncos, los 
			encontré!, dijo. Enlil ponderó el asunto con gravedad, sacudía la 
			cabeza con asombro. ¡Ciertamente, es una maravilla de maravillas, 
			que haya emergido una
nueva raza de Terrestres,
que la misma Tierra haya hecho un Hombre Civilizado, se les puede 
			enseñar agricultura y pastoreo, oficios y elaboración de 
			herramientas!
Así le decía Enlil a Enki. ¡Enviemos palabras a Anu de la nueva 
			raza! Se transmitieron palabras de la nueva raza a Anu, en Nibiru. 
			¡Que se nos envíen semillas que puedan ser plantadas y ovejas para 
			el pastoreo!
Esto sugirieron Enki y Enlil a Anu.
¡Que el Hombre Civilizado sacie a los Anunnaki y a los Terrestres!
				
				
Anu escuchó las palabras, quedó asombrado con ellas:
¡Que un tipo de esencias vitales lleve a otro no es algo inaudito!, 
			les dijo en respuesta.
¡pero nunca se había oído algo así, que en la Tierra apareciera tan 
			rápidamente un Hombre Civilizado a partir del Adamu!
Para la siembra y el pastoreo hará falta un gran número; ¿son 
			capaces de proliferar los seres?
Mientras los sabios de Nibiru reflexionaban sobre el asunto, en 
			Eridú ocurrían cosas importantes:
Adapa conoció a Titi en el apareamiento, él derramó su semen en su 
			matriz.
				
				
Hubo concepción, hubo alumbramiento:
¡Titi alumbró gemelos, dos hermanos!
Se transmitieron palabras del nacimiento a Anu en Nibiru:
¡La pareja es compatible para la concepción, pueden proliferar!
¡Que se repartan por la Tierra semillas que se puedan sembrar y 
			ovejas para el pastoreo,
que comience la agricultura y la ganadería en la Tierra, saciémonos 
			todos! Así dijeron Enki y Enlil a Anu en Nibiru.
				
				
¡Permanezca Titi en Eridú, para amamantar y cuidar de los recién 
			nacidos, tráigase a Nibiru a Adapa, el Terrestre! Así pronunció su 
			decisión Anu.