¡Tráigase a Nibiru a Adapa, el Terrestre! Así pronunció su decisión 
			Anu.
A Enlil no le complacía la decisión: ¡Quién iba a pensar esto,
que forjado por un Trabajador Primitivo, el ser se haría como 
			nosotros,
dotado de conocimiento, que entre el Cielo y la Tierra viajaría!
En Nibiru, beberá de las aguas de la larga vida, comerá el alimento 
			de la
larga vida,
¡como uno de nosotros, los Anunnaki, el de la Tierra se convertirá! 
			Así decía Enlil a Enki y a los demás líderes. Enki tampoco estaba 
			complacido con la decisión de Anu; después de que
hablara Anu, su rostro se puso sombrío. Después de que hablara 
			Enlil, Enki se mostró de acuerdo con su hermano
Enlil:
¡Es cierto, quién lo iba a pensar! Así dijo Enki a los demás. Los 
			hermanos se sentaron y reflexionaron; Ninmah también se sentó con
ellos para deliberar. ¡El mandato de Anu no se puede evitar!, les 
			dijo ella.
				
				
¡Que nuestros jóvenes acompañen a Adapa a Nibiru, su miedo a 
			disminuir, se le explique a Anu! Así dijo Enki a los demás. ¡Que 
			Ningishzidda y Dumuzi sean sus acom- pañantes,
y que, de paso, vean con sus propios ojos Nibiru por vez primera!
Ninmah apoyó la sugerencia: Nuestros jóvenes, nacidos en la Tierra,
se están olvidando de Nibiru, sus ciclos vitales se están viendo 
			superados por los de la Tierra;
viajen los dos hijos de Enki, sin casar todavía, a Nibiru,
¡Quizás encuentren novias allí para sí mismos!
				
				
Cuando llegó a Sippar la siguiente cámara celestial procedente de 
			Nibiru,
Ilabrat, un visir de Anu, salió de la cámara.
¡Vengo en busca del Terrestre Adapa! Así dijo a los líderes.
Los líderes le presentaron a Adapa a Ilabrat; también le mostraron a 
			Titi
y a sus hijos.
				
				
¡Ciertamente, tienen nuestra imagen y semejanza! Así dijo Ilabrat. 
			Se le presentaron a Ilabrat a Ningishzidda y a Dumuzi, hijos de 
			Enki. ¡Se les ha elegido para que acompañen a Adapa en su viaje!, le 
			dijo Enki. ¡Anu estará complacido de ver a sus nietos! Así dijo 
			Ilabrat. Enki convocó ante él a Adapa para darle instrucciones. A 
			Adapa le dijo así: Adapa, a Nibiru, el planeta de donde hemos 
			venido, vas a ir, ante Anu, nuestro rey, llegarás, ante su majestad 
			se te presentará; ante él te inclinarás. ¡Habla sólo cuando se te 
			pregunte, da breves respuestas a las preguntas!
				
				
Se te dará ropa nueva; ponte las prendas nuevas. Te darán un pan que 
			no se encuentra en la Tierra; ¡el pan es mortal, no lo
comas! Te darán un elixir en un cáliz para que lo bebas; ¡el elixir 
			es mortal, no
bebas de él! Contigo irán mis hijos, Ningishzidda y Dumuzi, ¡atiende 
			a sus palabras,
y vivirás!
				
				
Así instruyó Enki a Adapa. ¡Lo recordaré!, dijo Adapa. Enki convocó 
			a Ningishzidda y a Dumuzi y les dio una bendición y consejo. Vais a 
			ir ante Anu, el rey, mi padre; ante él os inclinaréis y le rendiréis 
			pleitesía;
no os encojáis ante príncipes ni ante nobles, de ellos sois sus 
			iguales. ¡Vuestra misión es traer a Adapa de vuelta a la Tierra, no 
			os dejéis hechizar por las delicias de Nibiru! ¡Lo recordaremos!, 
			dijeron Ningishzidda y Dumuzi. Enki abrazó al más joven, Dumuzi, le 
			besó en la frente; Enki abrazó al sabio, a Ningishzidda, le besó en 
			la frente. A hurtadillas, puso una tablilla sellada en la mano de 
			Ningishzidda, ¡A mi padre, Anu, entregarás esta tablilla en secreto! 
			Así le dijo Enki a Ningishzidda.
				
				
Después, partieron hacia Sippar los dos junto con Adapa, al Lugar de 
			los Carros Celestiales fueron,
ante Ilabrat, el visir de Anu, se presentaron los tres.
				
				
A Ningishzidda y a Dumuzi se les dio el atuendo de Igigi, se 
			vistieron como águilas celestiales.
En cuanto a Adapa, se le afeitó su cabello suelto, se le dio un 
			casco como el de un águila,
en lugar de su taparrabos, le hicieron ponerse una vestimenta 
			ajustada, se le puso entre Ningishzidda y Dumuzi en el interior de 
			Lo Que Asciende. Cuando se dio la señal, el Carro Celestial rugió y 
			se estremeció; Adapa se encogió de miedo y gritó: ¡El águila sin 
			alas se está elevando!
				
				
Ningishzidda y Dumuzi le pusieron los brazos en los costados, con 
			palabras tranquilas lo calmaron.
Cuando se elevaron en lo alto una legua, echaron un vistazo sobre la 
			Tierra;
vieron sus tierras, separadas en partes por mares y océanos. Cuando 
			estuvieron a dos leguas de altura, el océano se había hecho pequeño 
			como una bañera, la tierra era del tamaño de una cesta.
Cuando estuvieron a tres leguas de altura, nuevamente echaron un 
			vistazo al lugar del que habían partido;
la Tierra era ahora una bola pequeña, tragada por un mar de 
			oscuridad en la vastedad.
De nuevo, Adapa se agitó; se encogió y gritó: ¡Llevadme de vuelta!, 
			gritó.
				
				
Ningishzidda puso la mano en la nuca de Adapa; en un instante, Adapa 
			se tranquilizó.
Cuando aterrizaron en Nibiru, había mucha curiosidad,
por ver a los hijos de Enki, nacidos en la Tierra, pero incluso más 
			por encontrase con un Terrestre:
¡Ha llegado a Nibiru un ser de otro mundo! Así decían las masas.
Fueron llevados con Ilabrat al palacio, para ser lavados y 
			perfumados con ungüentos.
Se les dieron vestimentas frescas y adecuadas;
Teniendo en cuenta las palabras de Enki, Adapa se puso las nuevas 
			ropas. En el palacio, nobles y héroes se arremolinaban; en el salón 
			del trono, se reunían los príncipes y los consejeros.
				
				
Ilabrat les llevó hasta el salón del trono, Adapa detrás de él; 
			luego, los dos
hijos de Enki. En el salón del trono, ante Anu, el rey, se 
			inclinaron; Anu se adelantó
desde su trono. ¡Mis nietos! ¡Mis nietos!, exclamaba. Abrazó a 
			Dumuzi, abrazó a Nin-
gishzidda,
con lágrimas en los ojos los abrazó, los besó. Ofreció a Dumuzi que 
			se sentara a su derecha, Ningishzidda se sentó a su
izquierda.
				
				
Después, Ilabrat le presentó a Anu a Adapa, el Terrestre. ¿Entiende 
			lo que hablamos?, le preguntó el rey a Ilabrat. ¡Por supuesto, le 
			enseñó el señor Enki!, respondió Ilabrat. ¡Ven aquí!, dijo Anu a 
			Adapa. ¿Cómo te llamas y cuál es tu ocupación? Adapa se adelantó, de 
			nuevo se inclinó: ¡Mi nombre es Adapa, sirviente
del señor Enki!
				
				
Así habló Adapa; sus palabras causaron gran asombro. ¡Maravilla de 
			maravillas la conseguida en la Tierra!, declaró Anu. ¡Maravilla de 
			maravillas la conseguida en la Tierra!, exclamaron los reunidos.
¡Que se celebre, demos la bienvenida a nuestros invitados!, dijo 
			Anu. Anu llevó a todos los que se habían reunido hasta el salón de 
			banquetes,
indicando alegremente hacia las mesas llenas.
				
				
En las mesas llenas, le ofrecieron a Adapa pan de Nibiru; Adapa no 
			comió. En las mesas llenas, le ofrecieron a Adapa elixir de Nibiru; 
			Adapa no bebió. Anu, el rey, quedó confundido con esto, estaba 
			ofendido: ¿Por qué ha enviado Enki a Nibiru a este maleducado 
			Terrestre, para revelarle los caminos celestes? ¡Venga, Adapa!, le 
			dijo Anu a Adapa. ¿Por qué no comes ni bebes, por qué
rechazas nuestra hospitalidad?
				
				
Mi maestro, el señor Enki, me ordenó: ¡No comas pan, no bebas 
			elixir! Así respondió Adapa al rey Anu. ¡Qué extraño es esto!, dijo 
			Anu. ¿Para qué le iba a prohibir Enki nuestra
comida y nuestro elixir a un Terrestre?
				
				
Le preguntó a Ilabrat, le preguntó a Dumuzi; Ilabrat no sabía la 
			respuesta, Dumuzi no pudo explicárselo.
Le preguntó a Ningishzidda. ¡Quizá se encuentre aquí la respuesta!, 
			le dijo Ningishzidda a Anu.
Y entonces le dio a Anu, el rey, la tablilla secreta que había 
			llevado escondida.
Anu estaba confuso, Anu estaba preocupado; se fue a su cámara 
			privada para descifrar la tablilla.
Viene ahora el relato de Adapa, el progenitor de la Humanidad 
			Civilizada, y de cómo por sus hijos, Ka-in y Abael, se dio inicio a 
			la saciedad en la
Tierra.
				
				
En su cámara privada, Anu rompió el sello de la tablilla, insertó la 
			tablilla en el explorador para descifrar el mensaje de Enki.
¡Adapa nació por mi simiente de una mujer Terrestre! Así decía el 
			mensaje de Enki.
Del mismo modo, Titi fue concebida por mi simiente en otra mujer
Terrestre. Están dotados de sabiduría y de palabra; pero no de la 
			larga vida de Nibiru.
Adapa no debería comer del pan de la larga vida, tampoco debería 
			beber del elixir de la larga vida.
Adapa debe volver para vivir y morir en la Tierra, la mortalidad 
			debe ser
su suerte, ¡con la siembra y el pastoreo de sus descendientes, habrá 
			saciedad en la
Tierra! Así reveló Enki el secreto de Adapa a su padre, Anu.
				
				
Anu quedó sorprendido con el mensaje secreto de Enki; no sabía si 
			enfadarse o reír.
Llamó a Ilabrat, su visir, a su cámara privada, a él le dijo:
¡Este hijo mío, Ea, ni siquiera como Enki ha enmendado su 
			libertinaje con las mujeres!
A Ilabrat, su visir, le mostró el mensaje de la tablilla. ¿Cuáles 
			son las normas, qué debe hacer el rey?, le preguntó Anu a su visir. 
			Nuestras normas permiten las concubinas; ¡pero no existen normas de 
			cohabitación interplanetaria!
				
				
Así le respondió Ilabrat al rey. ¡Si hay algún perjuicio, que se 
			restrinja,
que Adapa vuelva inmediatamente a la Tierra, que Ningishzidda y 
			Dumuzi
se queden más tiempo!
				
				
Después, Anu llamó a Ningishzidda a su cámara privada; ¿Sabes lo que 
			decía el mensaje de tu padre?, le preguntó a Ningishzidda. 
			Ningishzidda bajó la cabeza, con un susurro dijo: No lo sé, pero 
			puedo adivinarlo. He sometido a prueba la esencia vital de
Adapa, ¡es de la simiente de Enki! ¡Ése es en verdad el mensaje!, le 
			dijo Anu. ¡Adapa debe volver a la Tierra
inmediatamente,
su destino será convertirse en el progenitor del Hombre Civilizado! 
			¡En cuanto a ti, Ningishzidda, volverás a la Tierra con Adapa, de la 
			Humanidad Civilizada, al lado de tu padre, serás el maestro! Ésa fue 
			la decisión de Anu, el rey; él determinó el destino de Adapa y el
de Ningishzidda. Anu y los otros dos volvieron junto a los sabios y 
			nobles reunidos, junto
a los príncipes y los consejeros, Anu anunció palabras de decisión 
			ante los asambleados: No se debe extender en demasía la bienvenida 
			al Terrestre, en nuestro planeta no puede comer ni beber; todos 
			hemos visto sus asombrosas capacidades, dejemos que vuelva a la
Tierra,
¡labren los campos en la Tierra sus descendientes, y pastoreen en 
			las praderas!
				
				
Para cuidar de su seguridad y evitar su agitación, Ningishzidda 
			volverá
con él, con él se enviarán las semillas de cereales de Nibiru, que 
			se multiplicarán
en la Tierra;
Dumuzi, el más joven, permanecerá con nosotros durante un Shar, 
			¡Después volverá con ovejas y la esencia de las ovejas! Ésta fue la 
			decisión de Anu, ante las palabras del rey todos inclinaron la
cabeza en señal de acuerdo. En el momento señalado, Ningishzidda y 
			Adapa fueron llevados hasta el
Lugar de los Carros Celestiales,
Anu y Dumuzi, Ilabrat y los consejeros, nobles y héroes fueron a 
			despedirlos. 
				
				
Hubo estruendo y estremecimiento, y el carro se elevó; 
				
vieron como el planeta Nibiru se hacía más pequeño, después vieron 
			los cielos desde el horizonte hasta el cenit.
En el viaje, Ningishzidda le habló a Adapa de los dioses planetas.
				
Del Sol, la Tierra y la Luna le dio lecciones,
le enseñó cómo se siguen los meses y cómo se cuenta el año de la 
			Tierra.
Cuando regresaron a la Tierra, Ningishzidda le relató a su padre, 
			Enki, todo lo que había sucedido.
Enki se rió y se dio palmadas en los muslos: ¡Todo fue como yo 
			esperaba!,
dijo con regocijo; ¡Excepto la retención de Dumuzi, que es 
			desconcertante para mí! Así dijo
Enki.
				
				
Enlil se quedó muy desconcertado por el rápido regreso de 
			Ningishzidda y de Adapa,
¿Qué ocurre, qué pasa por Nibiru?, preguntó a Enki y a Ningishzidda. 
			¡Llamemos también a Ninmah, que sepa también lo que pasa!, le dijo 
			Enki. Después de que llegara Ninmah, Ningishzidda les contó todo a 
			Enlil y a ella. Enki también contó lo de su cohabitación con las dos 
			hembras Terrestres;
¡No he roto ninguna norma, he asegurado nuestra saciedad! Así les 
			dijo Enki.
¡No has roto ninguna norma, pero con una acción precipitada has 
			determinado los hados de los Anunnaki y los Terrestres!
				
				
Así dijo Enlil, enfurecido. ¡Ahora, la suerte está echada, el hado 
			se ha
impuesto al destino!
Enlil se dejó llevar por la furia, con ira se dio la vuelta y los 
			dejó plantados. Marduk llegó a Eridú, le había llamado su madre 
			Damkina. El quería verificar los extraños acontecimientos de su 
			padre y su hermano. Padre y hermano decidieron ocultarle el secreto 
			a Marduk; Anu estaba cautivado con lo del Hombre Civilizado, ¡dio la 
			orden de que
todos en la Tierra se saciaran de inmediato! Así, sólo revelaron 
			parte de la verdad a Marduk.
Marduk quedó impresionado con Adapa y Titi, les tomó cariño a los 
			niños. ¡Mientras Ningishzidda instruye a Adapa, dejad que sea yo el 
			maestro de
los niños!
				
				
Así dijo Marduk a su padre Enki y a Enlil.
				
¡Que Marduk enseñe a uno, que Ninurta enseñe al otro!, les respondió
Enlil. Ningishzidda se quedó en Eridú con Adapa y con Titi, le 
			enseñó a Adapa
los números y la escritura.
Ninurta se llevó al gemelo que nació primero a su ciudad, a 
			Bad-Tibira, Ka-in, Aquél Que en el Campo Hace Crecer Alimentos, le 
			llamó. Le enseñó a cavar canales de irrigación, a sembrar y a 
			cosechar le enseñó. Ninurta hizo para Ka-in un arado con madera de 
			los árboles, para que con
él labrara la tierra.
				
				
Al otro hermano, hijo de Adapa, se lo llevó Marduk a las praderas, 
			Abael, El de las Praderas Mojadas, le llamó a partir de entonces. 
			Marduk le enseñó cómo construir rediles; para empezar con el 
			pastoreo,
esperaron el regreso de Dumuzi. Cuando se cumplió el Shar, Dumuzi 
			regresó a la Tierra, la simiente esencial de la oveja y ovejas para 
			la cría trajo con él, ¡transportó animales cuadrúpedos de Nibiru 
			hasta otro planeta, la Tierra! Su regreso con simiente esencial y 
			ovejas fue causa de muchas celebraciones,
al cuidado de su padre, Enki, Dumuzi regresó con su preciosa carga. 
			Entonces, los líderes se reunieron, reflexionaron sobre cómo 
			proceder con
la nueva especie: Nunca antes había habido una oveja en la Tierra, 
			nunca se había dejado
caer un cordero desde los cielos a la Tierra, nunca antes una cabra 
			había alumbrado a su cabrito, ¡nunca antes se había tejido lana de 
			oveja! Los líderes Anunnaki, Enki y Enlil, Ninmah y Ningishzidda, 
			que fueron
los creadores,
decidieron establecer una Cámara de Creación, una Casa de 
			Elaboración. Sobre el puro montículo del Lugar de Aterrizaje, en las 
			Montañas de los
Cedros, se estableció, la Cámara de Creación se estableció cerca de 
			donde se habían plantado las
simientes de elixir que había traído Ninmah, allí comenzó la 
			multiplicación de cereales y de ovejas en la Tierra. Ninurta era el 
			mentor de Ka-in para la siembra y la cosecha,
Marduk era el mentor de Abael en las artes de cría y pastoreo de 
			ovejas y corderos.
				
				
¡Cuando se recojan las primeras cosechas, cuando madure la primera 
			oveja,
se hará la Celebración de las Primicias!, proclamó Enlil como 
			decreto.
Ante los Anunnaki reunidos se presentaron los primeros granos, los 
			primeros corderos,
a los pies de Enlil y Enki, Ka-in puso su ofrenda, dirigido por 
			Ninurta; a los pies de Enlil y Enki, Abael puso su ofrenda, dirigido 
			por Marduk. Enlil dio a los hermanos una alegre bendición, ensalzó 
			sus labores. 
Enki abrazó a su hijo Marduk, levantó el cordero para que todos lo 
			vier ¡Carne para comer, lana para vestir ha llegado a la Tierra!, 
			dijo Enki.
				
				
Viene ahora el relato de las generaciones de Adapa,
y el del asesinato de Abael por Ka-in, y lo que sucedió después.
Cuanto terminó la Celebración de las Primicias, la cara de Ka-in 
			estaba sombría;
se sentía muy herido porque Enki no le había bendecido.
				
				
Cuando los hermanos volvieron a sus trabajos, Abael alardeó delante 
			de su hermano:
¡Yo soy el que trae la abundancia, el que sacia a los Anunnaki,
el que da fuerza a los héroes, el que proporciona lana para sus 
			ropas!
				
				
Ka-in se sintió ofendido con las palabras de su hermano, objetó 
			contundentemente su alarde:
¡Soy yo el que llena de abundancia las llanuras, el que hace pesados 
			de grano los surcos,
en cuyos campos se multiplican los pájaros, en cuyos canales se 
			hacen abundantes los peces,
el pan sustentador lo produzco yo, con pescado y caza he variado la 
			dieta de los Anunnaki!
Una y otra vez, los gemelos discutían entre sí, a lo largo del 
			invierno discutieron.
Cuando llegó el verano, no hubo lluvia; las praderas estaban secas, 
			los pastos disminuían.
Abael llevó sus rebaños a los campos de su hermano, para que 
			bebieran
agua de los surcos y los canales. Ka-in se enfureció por esto; le 
			ordenó a su hermano que se llevara los
rebaños.
				
				
Agricultor y pastor, hermano y hermano, palabras de acusación 
			pronunciaron.
Se escupieron uno a otro, con los puños pelearon. Sumamente 
			enfurecido, Ka-in tomó una piedra, con ella le golpeó en la
cabeza a Abael.
Una y otra vez le golpeó, hasta que Abael cayó, manando sangre de 
			él. Abael quedó en el suelo inmóvil, su alma había partido de él. 
			Ka-in se quedó junto al hermano al que había dado muerte, durante 
			mucho
tiempo estuvo sentado, llorando.
				
				
Fue Titi la primera en saber, por una premonición, lo del asesinato: 
			En una visión-sueño, mientras dormía, vio la sangre de Abael, estaba 
			en la
mano de Ka-in.
Ella despertó a Adapa de su sueño, a él le contó su visión-sueño. Un 
			gran pesar llena mi corazón, ¿habrá sucedido algo terrible? Así le 
			dijo Titi a Adapa; estaba muy agitada.
A la mañana siguiente, partieron los dos de Eridú; fueron hasta 
			donde solían encontrarse Ka-in y Abael. Encontraron en el campo a 
			Ka-in, todavía estaba sentado junto al muerto
Abael. Titi soltó un gran grito de angustia, Adapa se puso barro 
			sobre la cabeza.
				
				
¿Qué has hecho? ¿Qué has hecho?, le gritaron a Ka-in.
Silencio fue la respuesta de Ka-in; se echó al suelo y lloró.
Adapa volvió a la ciudad de Eridú, le contó al señor Enki lo que 
			había
sucedido.
				
				
Enki se enfrentó a Ka-in con furia. ¡Maldito seas!, le dijo. ¡Tienes 
			que irte del Edin, no te vas a quedar entre los Anunnaki y los
Terrestres Civilizados! En cuanto a Abael, su cuerpo no puede 
			quedarse en los campos debido
a las aves salvajes;
como es costumbre entre los Anunnaki, será enterrado en una tumba, 
			debajo de un montón de piedras.
Enki les mostró a Adapa y a Titi cómo enterrar a Abael, pues la 
			costumbre les era desconocida a ellos.
Durante treinta días y treinta noches, fue Abael llorado por sus 
			padres. Ka-in fue llevado a Eridú para ser juzgado, Enki deseaba que 
			se pronunciara una sentencia de exilio.
				
				
¡Por su acción, Ka-in debe ser muerto! Así, con ira, dijo Marduk.
¡Que se reúnan los Siete Que Juzgan! Así dijo Ninurta, el mentor de 
			Ka-in.
¿Quién ha oído hablar nunca de una reunión así?, gritó Marduk, ¿Que 
			para
uno que no es de Nibiru haya que llamar a los líderes Anunnaki para
que juzguen?
				
				
¿No es suficiente que el apadrinado por Ninurta haya asesinado a 
			aquel al que yo favorecía?
¿No es así como Ninurta venció a Anzu, así se levantó Ka-in contra 
			su hermano?
¡La suerte de Ka-in debe de ser como la suerte de Anzu, se le tiene 
			que extinguir el aliento vital!
Así le dijo Marduk, lleno de ira, a Enki, Enlil y Ninurta.
Ninurta se entristeció con las palabras de Marduk; silencio, no 
			palabras, fue su respuesta.
¡Dejad que hable en privado con mi hijo Marduk!, les dijo Enki.
Cuando en las cámaras privadas de Enki estuvieron él y Marduk,
¡Hijo mío! ¡Hijo mío! Enki le habló suavemente a Marduk. Tu angustia 
			es
grande. ¡No agravemos la angustia con más angustia! ¡Deja que te 
			cuente un secreto que mucho me pesa en el corazón!
				
				
En cierta ocasión, mientras paseaba por el río, dos doncellas 
			Terrestres cautivaron mi capricho,
por ellas, de mi simiente, fueron concebidos Adapa y Titi,
una nueva clase de Terrestres, un Hombre Civilizado, se trajo de 
			este modo a la Tierra;
nuestro rey, Anu, tenía dudas de si serían capaces de procrear, con 
			el nacimiento de Ka-in y de Abael, Anu y el consejo en Nibiru se 
			convencieron.
				
				
Una nueva fase de la presencia Anunnaki en este planeta fue 
			bienvenida y aprobada;
ahora que Abael ha sido asesinado, y si a Ka-in se le extingue 
			también,
¡la saciedad llegará a su final, los motines se repetirán, todo lo 
			que se ha
conseguido se desmoronará!
				
				
No es de sorprender que le tomaras cariño a Abael, ¡era el hijo de 
			tu hermanastro!
Ahora, ten piedad del otro, ¡deja que sobreviva el linaje de Adapa! 
			Este secreto le reveló Enki a Marduk con tristeza.
Al principio, Marduk se sorprendió con la revelación, después se vio 
			vencido por la risa: De tus proezas haciendo el amor mucho se ha 
			rumoreado, ¡ahora estoy
convencido de ello!
¡Perdónese la vida de Ka-in, que se le destierre a los confines de 
			la Tierra! Así le dijo Marduk a su padre, cambiando de la ira a la 
			risa. En Eridú, Enki pronunció la sentencia sobre Ka-in: ¡Ka-in debe 
			partir hacia el este, a una tierra por la que errará por su mala
acción,
pero su vida debe ser perdonada, a él y a sus generaciones se les 
			distinguirá!
Ningishzidda alteró la esencia vital de Ka-in:
Ninghishzidda cambió la esencia vital de Ka-in para que en su cara 
			no creciera la barba. Con su hermana Awan como esposa, Ka-in partió 
			del Edin, a la Tierra de
Errar se encaminó.
				
				
Entonces, los Anunnaki se sentaron y se preguntaron entre sí: Sin 
			Abael, sin Ka-in, ¿quién hará crecer el cereal y hará pan para 
			nosotros, quién será el pastor, las ovejas multiplicará, de lana 
			para ropa proveerá? ¡Que por Adapa y Titi haya más proliferación! 
			Así dijeron los Anunnaki. Con la bendición de Enki, Adapa conoció 
			una y otra vez a su esposa Titi; una hija, otra hija, cada vez, una 
			y otra vez nacían. En el nonagésimo quinto Shar, Adapa y Titi 
			tuvieron finalmente un hijo; Sati, El Que Ata la Vida de Nuevo, le 
			llamó Titi; por él se contaron las
generaciones de Adapa.
				
				
En total, treinta hijos y treinta hijas tuvieron Adapa y Titi, de 
			ellos, hubo labradores de la tierra y pastores que trabajaron para 
			los
Anunnaki, por ellos volvió la saciedad a los Anunnaki y a los 
			Terrestres Civilizados.
En el nonagésimo séptimo Shar, a Sati le nació un hijo de su esposa 
			Azura.
Se le anotó en los anales con el nombre de Enshi; Maestro de la 
			Humanidad significaba su nombre.
Adapa, su padre, le hizo comprender la escritura y los números,
y Adapa le contó a Enshi quiénes eran los Anunnaki y todo sobre 
			Nibiru.
Los hijos de Enlil le llevaron a Nibru-ki; le enseñaron secretos de 
			los Anunnaki.
				
				
Nannar, el mayor en la Tierra de Enlil, le mostró el modo de los 
			ungüentos perfumados,
Ishkur, el más joven de Enlil, le enseñó a preparar el elixir de los 
			frutos Inbu.
Fue a partir de entonces que los Anunnaki fueron llamados señores 
			por el Hombre Civilizado.
Y fue el comienzo de los ritos de culto de los Anunnaki.
Después, Enshi tuvo un hijo con su hermana Noam;
Kunin, El de los Hornos, significaba su nombre.
				
				
				
Su tutor fue Ninurta, en Bad-Tibira aprendió de hornería y de 
			hornos,
se le enseñó cómo hacer fuegos con betunes, cómo fundir y refinar;
en la fundición y el refinado del oro para Nibiru trabajaron él y 
			sus descendientes.
En el nonagésimooctavo Shar ocurrió todo esto.
Viene ahora el relato de las generaciones de Adapa después de que 
			fuera
exiliado Ka-in, 
y de los viajes celestiales de Enkime y de la muerte de Adapa. En el 
			nonagésimonoveno Shar le nació un hijo a Kunin, por Mualit, 
			hermanastra de Kunin, fue concebido. Malalu, El Que Interpreta, le 
			nombró ella; sobresalía en música y en canto. Para él hizo Ninurta 
			un arpa con cuerdas, conformó una flauta para él;
Malalu interpretaba himnos a Ninurta; junto con sus hijas, los 
			cantaba ante Ninurta.
				
				
La esposa de Malalu era la hija del hermano de su padre, Dunna era 
			su nombre.
En el centesimo Shar desde que comenzara la cuenta en la Tierra,
				
les nació un hijo a Malalu y a Dunna, era su primogénito;
				
Irid, El de las Aguas Dulces, le llamó su madre Dunna. '
Dumuzi le enseñó cómo excavar pozos, cómo proveer de agua a los 
			rebaños en distantes praderas.
Fue allí, junto a los pozos en las praderas, que pastores y 
			doncellas se reunieron,
donde los desposorios y la proliferación de la Humanidad Civilizada 
			abundó sobremanera.
				
				
En sus días, los Igigi venían con más frecuencia a la Tierra. Para 
			observar y ver, los cielos poco a poco abandonaron, vigilar y ver lo 
			que ocurría en la Tierra deseaban cada vez más; Enki le suplicó a 
			Marduk que estuviera con ellos en Lahmu, vigilar y ver lo que 
			ocurría en la Tierra deseaba Marduk fervientemente. En un pozo, en 
			las praderas, se encontró Irid con su esposa; Baraka era su nombre, 
			era la hija del hermano de su madre. A la conclusión del centesimo 
			segundo Shar, les nació un hijo, con el nombre de Enki-Me, por Enki 
			ME Comprensión, se le llamó en los
anales.
				
				
Era sabio e inteligente, comprendió con rapidez los números. Tenía 
			mucha curiosidad por los cielos y por todas las materias 
			celestiales. El señor Enki le tomó cariño, él le contó los secretos 
			que una vez le revelara a Adapa.
De la familia del Sol y de los doce dioses celestiales le enseñó 
			Enki, y de cómo los meses se contaban por la Luna y los años por el 
			Sol, y de cómo se contaban los Shars por Nibiru, y de cómo Enki 
			combinaba
las cuentas,
de cómo el señor Enki había dividido el círculo de los cielos en 
			doce partes, de cómo había asignado Enki una constelación a cada 
			una, doce estaciones en un gran círculo había dispuesto, de cómo, 
			para honrar a los doce grandes líderes Anunnaki, había puesto
nombres a las estaciones.
				
				
Enkime ansiaba explorar los cielos; hizo dos viajes celestiales. Y 
			éste es el relato de los viajes de Enkime a los cielos,
y de cómo dio comienzo Marduk a los matrimonios mixtos y a los 
			problemas con los Igigi.
Se envió a Enkime para que estuviera con Marduk en el Lugar de 
			Aterrizaje,
desde allí, Marduk se lo llevó en una nave espacial hasta la Luna.
				
				
Allí, Marduk le enseñó a Enkime lo que había aprendido de su padre, 
			Enki.
Cuando Enkime volvió a la Tierra, se le envió para que estuviera con 
			Utu en Sippar, el Lugar de los Carros.
Allí, Utu le dio a Enkime una tablilla para escribir lo que estaba 
			aprendiendo,
Utu lo instaló en su brillante morada como un Príncipe de los 
			Terrestres. Le enseñó los ritos, para comenzar con las funciones del 
			sacerdocio. Enkime residía en Sippar, con su esposa Edinni, una 
			hermanastra, a ellos les nació un hijo en el centesimo cuarto Shar,
Matushal le llamó su madre, El Que se Elevó por las Brillantes Aguas 
			significaba su nombre.
Fue después de eso que Enkime hizo su segundo viaje a los cielos, 
			esta vez también fue Marduk su mentor y compañero.
				
				
En un carro celestial se remontaron hacia el cielo, hacia el Sol y 
			más allá de él hicieron un círculo.
Marduk se lo llevó para visitar a los Igigi, en Lahmu,
los Igigi le tomaron cariño, de él aprendieron sobre los Terrestres 
			Civilizados.
De él se dice en los Anales que partió hacia los cielos,
que en los cielos se quedó hasta el final de los días.
				
				
Antes de que Enkime partiera hacia los cielos, de todo lo que en los 
			cielos se le había enseñado,
hizo un registro por escrito Enkime, para que sus hijos lo supieran 
			lo escribió;
tomó nota de todo lo que hay en los cielos en la familia del Sol, y 
			de las regiones de la Tierra y sus tierras y sus ríos también. 
			Confió sus escritos en manos de Matushal, su primogénito,
para que, junto con sus hermanos Ragim y Gaidad, los estudiara y se 
			atuviera a ellos.
				
				
En el centesimo cuarto Shar había nacido Matushal,
él fue testigo de los problemas de los Igigi y de lo que Marduk 
			había hecho.
A Matushal le nació un hijo de su esposa Ednat, Lu-Mach, Hombre
Poderoso, fue su nombre. En sus días, las condiciones sobre la 
			Tierra se hicieron más difíciles; en los
campos y las praderas, los trabajadores se quejaban. Los Anunnaki 
			designaron a Lu-Mach como capataz, para hacer cumplir
las cuotas, para reducir las raciones. En sus días fue cuando a 
			Adapa le llegó la hora de morir; y cuando Adapa supo que sus días 
			habían llegado a su fin, ¡Que todos mis hijos y los hijos de mis 
			hijos se reúnan ante mí!, dijo. Para que antes de que yo muera pueda 
			bendecirles, y les hable antes de morir. Y cuando Sati y los hijos 
			de los hijos se habían reunido, ¿Dónde está Ka-in, mi primogénito?, 
			les preguntó Adapa. ¡Id a buscarle!,
les dijo a todos ellos. Sati presentó el deseo de su padre ante el 
			señor Enki, le preguntó al señor
qué hacer.
Entonces, Enki llamó a Ninurta: ¡Que el desterrado, de quien tú eras 
			mentor, sea traído ante el lecho de muerte de Adapa!
				
				
Ninurta se subió en su Pájaro del Cielo, hasta la Tierra de Errar 
			voló;
sobre las tierras deambuló, buscó desde los cielos a Ka-in.
Y cuando lo encontró, llevó a Ka-in hasta Adapa como sobre las alas 
			de
un Águila. Cuando se le informó a Adapa de la llegada de su hijo, 
			¡Que vengan ante
mí Ka-in y Sati!, dijo Adapa. Los dos fueron ante su padre; Ka-in, 
			el primogénito, a su derecha. Sati,
a su izquierda.
				
				
Y fallándole la visión a Adapa, para reconocer a sus hijos tocó sus 
			rostros;
y el rostro de Ka-in, a la derecha, era imberbe, y el rostro de 
			Sati, a la
izquierda, tenía barba.
Y Adapa puso su mano derecha sobre la cabeza de Sati, el de la 
			izquierda,
y le bendijo y dijo: De tu simiente se llenará la Tierra, y de tu 
			simiente,
como un árbol con tres ramas, la Humanidad sobrevivirá a una Gran
Calamidad.
Y puso su mano izquierda sobre la cabeza de Ka-in, a su derecha, y 
			le dijo: Por tu pecado, de tu derecho de nacimiento estás privado, 
			pero de tu
simiente vendrán siete naciones,
en un reino aparte medrarán, tierras distantes habitarán;
pero por haber asesinado a tu hermano con una piedra, por una piedra 
			llegará tu fin.
Y cuando Adapa terminó de decir estas palabras, dejó caer las manos, 
			sus-
piró y dijo:
Llamad ahora a mi esposa Titi, y a todos los hijos y a todas las 
			hijas,
y después de que mi espíritu me deje, llevadme al lugar en que nací, 
			junto al río,
y enterradme con la cara hacia el Sol naciente.
Titi gritó como una bestia herida, cayó sobre sus rodillas al lado 
			de Adapa.
Y los dos hijos de Adapa, Ka-in y Sati, envolvieron su cuerpo en una 
			tela,
en una cueva que les mostró Titi, junto a las orillas del río, 
			enterraron a Adapa.
En mitad del nonagésimotercer Shar había nacido, a finales del 
			centesimo octavo murió.
Una larga vida para un Terrestre; pero no tenía el ciclo vital de 
			Enki.
				
				
Y después de que Adapa fuera enterrado, Ka-in se despidió de su 
			madre y
de su hermano.
Ninurta lo llevó de vuelta en su Pájaro del Cielo a la tierra de 
			errar.
Y en un distante reino, Ka-in tuvo hijos e hijas,
y para ellos construyó una ciudad, y mientras la construía, la caída 
			de una piedra le mató.
En el Edin, Lu-Mach sirvió a los Anunnaki como capataz,
en los días de Lu-Mach, Marduk y los Igigi se casaban con las 
			Terrestres.