En la Tercera Región, la Humanidad Civilizada no floreció del todo; 
			Inanna desatendió lo que se le había confiado; en su corazón, 
			codiciaba otros dominios, no los que se le habían concedido. Cuando, 
			en la cuenta de mil años, se le retiró la realeza a Unug-ki, ¿quién 
			hubiera previsto la calamidad que iba a acontecer al final del
siguiente milenio, quién hubiera prevenido el desastre?
				
				
¿Quién podía predecir que, en menos de un tercio de Shar, iba a caer 
			una calamidad desconocida?
Inanna daría inicio al amargo fin; Marduk, como Ra, se enmarañaría 
			con el Destino;
¡Ninurta y Nergal liberarían con sus propias manos el indecible 
			final! ¿Por qué Inanna no se quedó satisfecha con los dominios que 
			se le habían concedido? ¿Por qué siguió sin perdonar a Marduk?
Viajando entre Unug-ki y Aratta, Inanna no se sentía gratificada, 
			estaba inquieta;
todavía lloraba a su amado Dumuzi, su deseo de amor seguía sin 
			apagarse.
Cuando volaba, veía la imagen trémula de Dumuzi llamándola en los 
			rayos del Sol,
por la noche, se le aparecía en visiones-sueños; ¡Volveré!, le 
			decía.
				
				
Él le prometía las glorias de sus dominios en la Tierra de los Dos 
			Estrechos.
En el recinto sagrado de Unug-ki, Inanna estableció una Casa para el 
			Placer Nocturno.
A este Gigunu atraía con engaños y dulces palabras a los jóvenes 
			héroes en la de sus bodas:
les prometía larga vida y un dichoso futuro; ella imaginaba que su 
			amante era Dumuzi.
A la mañana siguiente, a todos se les encontraba muertos en la cama 
			de
Inanna. ¡Fue entonces cuando el héroe Banda, al que se le había dado 
			por muerto,
regresó a Unug-ki vivo! Banda había regresado de entre los muertos 
			por gracia de Utu, de cuya
simiente era.
				
				
¡Milagro! ¡Milagro!, gritó Inanna excitada. ¡Mi amado Dumuzi vuelve 
			a mí! En la morada de Inanna se bañó a Banda, con una faja se le 
			sujetó un
manto con flecos. ¡Dumuzi, amado mío!, le llamó. Lo atrajo hasta su 
			lecho, engalanado con
flores. A la mañana siguiente, cuando vio que Banda estaba vivo, 
			Inanna gritó
alborozada:
¡Se ha puesto en mis manos el poder de no morir, a través mío se ha 
			concedido la inmortalidad!
Después, Inanna decidió llamarse a sí misma diosa, implicaba el 
			Poder de
la Inmortalidad. : Nannar y Ningal, los padres de Inanna, no estaban 
			complacidos con su
proclamación; Enlil y Ninurta quedaron desconcertados con las 
			palabras de Inanna; Utu,
su hermano, quedó pensativo;
¡No es posible revivir a los muertos!, se dijeron entre sí Enki y 
			Ninharsag. En las tierras de Ki-Engi, el pueblo alababa la buena 
			fortuna que tenían: ¡Los dioses están entre nosotros, ellos pueden 
			abolir la muerte! Así se
decían unos a otros entre el pueblo. Banda sucedió a su padre 
			Enmerkar en el trono de Unug-ki; Lugal,
Hombre Grande, fue su título.
				
				
La diosa Ninsun, de la simiente de Enlil, le tomó para que fuera su 
			esposo, el héroe Gilgamesh, hijo de ambos, siguió a Lugal-Banda en 
			el trono de
Unug-ki. A medida que pasaban los años y Gilgamesh se hacía mayor, 
			él le hablaba
a su madre Ninsun de la vida y la muerte,
se preguntaba sobre la muerte de sus antepasados, a pesar de ser 
			descendientes de los Anunnaki. ¿Los dioses mueren?, le preguntó a su 
			madre. ¿También yo, aún siendo en dos terceras partes divino, 
			treparé el muro como un mortal?, le preguntaba a ella.
				
				
¡Mientras vivas en la Tierra, la muerte de un Terrestre te 
			arrollará!, le decía Ninsun a su hijo.
¡Pero si se te lleva a Nibiru, lograrás allí una larga vida! Ninsun 
			le pidió a Utu, el comandante, que se llevara a Gilgamesh a Nibiru, 
			Incesantemente se lo pidió Ninsun a Utu, un día tras otro se lo 
			rogó: ¡Que vaya Gilgamesh al Lugar de Aterrizaje!, accedió al fin 
			Utu. Para guiarle y protegerle, Ninharsag elaboró un doble de 
			Gilgamesh.
Enkidu, Como por Enki Creado, se le llamó, no era nacido de vientre, 
			no tenía sangre en sus venas.
Gilgames viajó con su camarada Enkidu hasta el Lugar de Aterrizaje, 
			Utu supervisó su progreso con oráculos;
en la entrada del bosque de cedros, un monstruo que escupía fuego 
			les bloqueó el camino.
Con trucos consiguieron confundir al monstruo, lo rompieron en 
			pedazos. Cuando encontraron la entrada secreta a los túneles de los 
			Anunnaki, les desafió el Toro del Cielo, una criatura de Enlil de 
			resoplidos mortales.
				
				
El monstruo les persiguió hasta las puertas de Unug-ki; Enkidu lo 
			derrotó ante las murallas de la ciudad.
Cuando Enlil oyó esto, lloró en su angustia; sus lamentos se 
			escucharon en los cielos de Anu;
pues en su corazón sabía Enlil: ¡Realmente malo era el augurio!
Enkidu fue castigado a perecer en las aguas por haber dado muerte al 
			Toro del Cielo;
Gilgamesh, por haber sido instruido por Ninsun y Utu, fue absuelto 
			del crimen.
Buscando todavía la larga vida de Nibiru, Utu le permitió a 
			Gilgamesh que entrara en el Lugar de los Carros.
Después de muchas aventuras alcanzó la Tierra de Tilmun, la Cuarta 
			Región;
entró en sus túneles subterráneos, ¡en un jardín de piedras 
			preciosas se encontró con Ziusudra!
Ziusudra le relató a Gilgamesh los acontecimientos del Diluvio, le 
			reveló el secreto de la larga vida:
¡En el manantial del jardín crecía una planta que impedía que 
			envejecieran Ziusudra y su esposa!
Era única entre todas las plantas de la Tierra; un hombre en su 
			pleno vigor
la puede recoger, ¡el Hombre en su Ancianidad Es Joven de Nuevo! Ése 
			es el nombre de la
planta, le dijo Ziusudra a Gilgamesh. ¡Un regalo de Enki, con la 
			bendición de Enlil, se nos concedió en el Monte de la Salvación!
				
				
Cuando Ziusudra y su esposa estaban durmiendo, Gilgamesh se ató 
			piedras a los pies. Se sumergió en el manantial, tomó y arrancó la 
			planta de Ser Joven de Nuevo.
				
				
Con la planta en su bolsa, atravesó precipitadamente los túneles, se 
			encaminó hacia Unug-ki. Cuando estuvo cansado, se durmió; y una 
			serpiente se vio atraída por la fragancia de la planta. La planta 
			hizo que la serpiente se aprovechara de que Gilgamesh estaba 
			dormido; con la planta se desvaneció. A la mañana siguiente, al 
			descubrir su pérdida, Gilgamesh se sentó y se echó a llorar.
				
				
Volvió a Unug-ki con las manos vacías, allí murió como un mortal. 
			Después de Gilgamesh reinaron siete reyes más en Urug-ki; luego, su 
			realeza tocó a su fin;
¡Fue exactamente cuando se completó la cuenta de mil años de la 
			Tierra! La realeza de la Primera Región se transfirió a Urim, la 
			ciudad de Nannar y Ningal. Marduk tenía muy en cuenta todos los 
			asuntos de lo que acontecía en las otras Regiones. Ra estaba 
			inquieto con los sueños y las visiones de Inanna que aludían
a los dominios de Dumuzi.
Estaba decidido a contrarrestar los planes de expansión de Inanna; 
			encontró mucho que ponderar en cuestiones de resurrección e 
			inmortalidad. Le resultaba enormemente atractivo el pensamiento de 
			la divinidad, ¡de modo que se anunció a sí mismo como un gran dios! 
			Ra se enfureció por lo que se le había permitido a Gilgamesh, en 
			buena medida un Terrestre, pero estimó un camino más hábil con el 
			cual conservar la lealtad de los reyes y del pueblo:
¡Si a los semidioses se les muestra el pórtico hacia la 
			inmortalidad, que se le aplique a los reyes de mi región!
Así se dijo Marduk, conocido con el nombre de Ra en la Segunda 
			Región: ¡Que los reyes de mi Región que sean descendientes de 
			Neteru, viajen a Nibiru en la Otra Vida!
				
				
Esto decretó Ra en su reino. Les enseñó a los reyes a construir 
			tumbas orientadas al este,
les dictó un largo libro a los escribas-sacerdotes, en él se 
			describía con detalle el viaje a la Otra Vida.
En el libro se contaba cómo llegar al Duat, el Lugar de los Barcos 
			Celestiales,
cómo, desde allí, por medio de una Escalera al Cielo, viajar hasta 
			el Planeta Imperecedero,
de la Planta de la Vida comer, beber hasta la saciedad de las Aguas 
			de la Juventud.
Ra les habló a los sacerdotes de la llegada de los dioses a la 
			Tierra,
¡El oro es el esplendor de la vida!, les dijo. ¡Es la carne de los 
			dioses!, dijo Ra a los reyes.
				
				
Dio instrucciones a los reyes para hacer expediciones al Abzu y a 
			los Dominios Inferiores para obtener oro.
Cuando los reyes de Ra conquistaron por la fuerza de las armas 
			tierras que no eran suyas,
invadió los reinos de sus hermanos, hizo nacer y crecer en ellos la 
			ira:
¿Qué está tramando Marduk, se preguntaban los hermanos entre sí, que 
			viene a pisotearnos?
Apelaron a su padre Enki; a Ptah, su padre, Ra no escuchó.
Ra ordenó a los reyes de Magan y Meluhha que capturaran todas las 
			tierras adyacentes,
el plan de su corazón era ser el señor de las Cuatro Regiones.
				
				
¡La Tierra es mía, para que la gobierne! Así, inflexiblemente, le 
			habló a sü padre.
Viene ahora el relato de cómo Marduk declaró su propia supremacía y 
			construyó Babili,
y de cómo Inanna, al mando de reyes guerreros, hizo correr la sangre
y permitió sacrilegios. Después de que se transfiriera la realeza 
			desde Unug-ki a Urim, Nannar
y Ningal sonrieron sobre el pueblo. Como correspondía a su Rango de 
			Treinta, a Nannar se le adoraba como
dios de la Luna; decretó doce festividades cada año, al igual que el 
			número de meses de la
Luna en un año,
a cada uno de los doce grandes Anunnaki se le dedicó un mes y su 
			festividad. Por toda la Primera Región, a los dioses Anunnaki, 
			mayores y menores, se les construyeron santuarios y lugares de 
			culto, el pueblo podía orar
directamente a sus dioses. En la Primera Región, la civilización de 
			Ki-Engi se difundió a las tierras
vecinas, en las Ciudades del Hombre se designó a los gobernantes 
			locales como
Pastores Justos; artesanos y granjeros, pastores y tejedores, 
			intercambiaban sus productos
por todas partes,
se decretaron leyes de justicia, se honraron contratos de comercio, 
			de desposorios y de divorcio.
				
				
En las escuelas, los jóvenes estudiaban, los escribas tomaban nota 
			de himnos, proverbios y sabiduría.
Había abundancia y felicidad en las tierras; también había disputas 
			y usurpaciones. Mientras tanto, Inanna vagaba con su nave celeste de 
			tierra en tierra; cerca
del Mar Superior retozaba con Utu.
				
				
Fue a los dominios de su tío Ishkur, Dudu, Amado, le llamaba. Inanna 
			le tomó cariño a las gentes que vivían en la llanura superior de los
dos ríos;
le resultaba agradable el sonido de su lengua, aprendió a hablar su 
			lenguaje.
Ellos la llamaban por el nombre del planeta Lahamu en su lengua, 
			Ishtar, a su ciudad, Unug-ki, le llamaron Uruk; Dudu, como Adad, 
			pronunciaban
en su lenguaje.
				
				
Sin, Señor de los Oráculos, llamaron a su padre, Nannar; a la ciudad 
			Urim la llamaron Ur.
Shamash, Sol Brillante, llamaron a Utu en su lengua, a él también le 
			adoraban.
A Enlil, le llamaban Padre Elil, Nibru-ki era para ellos Nippur; 
			Ki-Engi, Tierra de los Vigilantes Nobles, fue llamada en su lenguaje 
			Sumer. En Sumer, la Primera Región, la realeza rotaba entre las 
			ciudades; en la Segunda Región, Ra no permitía la diversidad, él 
			deseaba reinar solo. ¡El mayor del Cielo, primogénito que está en la 
			Tierra! Así quería que se le conociera entre los sacerdotes.
				
				
¡El principal desde los primeros tiempos! Así decretó que se le 
			llamara en los himnos;
señor de la eternidad, el que ha hecho la eternidad, que preside 
			sobre todos los dioses,
¡Aquél que no tiene igual, el gran solitario y único!
				
				
Así se situaba a sí mismo Marduk, como Ra, por encima de todos los 
			demás dioses,
por sí mismo se asignaba sus poderes y atributos:
Soy como Enlil en cuanto a señorío y decretos, como Ninurta en la 
			azada y el combate;
como Adad por el rayo y el trueno, como Nannar por iluminar la 
			noche; como Utu soy Shamash, como Nergal reino sobre el Mundo 
			Inferior;
como Gibil, conozco las profundidades doradas, de donde cobre y 
			plata vienen;
como Ningishzidda mando sobre los números y su cuenta, ¡los cielos 
			hablan de mi gloria!
Los líderes Anunnaki se alarmaron enormemente con estas proclamas, 
			los hermanos de Marduk hablaron con su padre Enki, Nergal le 
			transmitió a Ninurta sus preocupaciones.
¿Qué es lo que te pasa?, dijo Enki a su hijo Marduk. ¡Inauditas son 
			tus pretensiones!
¡Los cielos, los cielos hablan de mi supremacía!, le respondió 
			Marduk a su padre Enki.
El Toro del Cielo, signo de la constelación de Enlil, ha sido muerto 
			por su propio descendiente,
en los cielos, la Era del Carnero, mi era, está llegando, ¡los 
			augurios son
inequívocos!
				
				
En su morada, en Eridú, Enki examinó el círculo de las doce 
			constelaciones, en el primer día de la primavera, el comienzo del 
			año, se observó atentamente el amanecer;
aquel día se elevó el sol en las estrellas de la constelación del 
			Toro. En Nibru-ki y en Urim, Enlil y Nannar hicieron las 
			observaciones, en el Mundo Inferior, donde había estado la Estación 
			de Instrumentos,
Nergal atestiguó los resultados: ¡El tiempo del Carnero todavía es 
			remoto, sigue siendo la Era del Toro de
Enlil! En sus dominios, Marduk no se ablandaba en sus afirmaciones. 
			Nabu le
ayudó, no envió a sus emisarios a los dominios, para anunciar a la 
			gente que su
tiempo había llegado. Los líderes Anunnaki apelaron a Ningishzidda, 
			cómo enseñar al pueblo
a observar los cielos. En su sabiduría, Ningishzidda diseñó 
			estructuras de piedra, Ninurta e Ish-
kur le ayudaron a erigirlas.
				
				
En las tierras pobladas, cerca y lejos, le enseñaron a la gente cómo 
			observar los cielos, le mostraron a la gente que el sol seguía 
			saliendo en la Constelación del
Toro. Enki observaba con pesar estos acontecimientos, valoraba de 
			qué forma el
Hado le estaba dando un giro imprevisto al orden legítimo: ¡Después 
			de declararse a sí mismos dioses, los Anunnaki se han hecho
dependientes del apoyo de la Humanidad! En la Primera Región, los 
			Anunnaki decidieron unificar las tierras bajo un
único líder, deseaban un rey guerrero. Se le confió a Inanna, la 
			adversaria de Marduk, la tarea de encontrar al
hombre adecuado. Inanna le indicó a Enlil a un hombre fuerte al cual 
			había conocido y amado
en sus viajes, Arbakad, comandante de cuatro guarniciones, era su 
			padre, su madre era
una suma sacerdotisa.
				
				
Enlil le dio cetro y corona, Sharru-kin, Regente Justo, le designó 
			Enlil. Como una vez se hiciera en Nibiru, se fundó una nueva ciudad 
			corona para unificar las tierras,
Agadé, la Ciudad Unificada, la llamaron, no lejos de Kishi estaba 
			ubicada.
				
				
Enlil le dio poderes a Sharru-kin; Inanna acompañaba a sus guerreros 
			con armas de brillantez.
Todas las tierras, desde el Mar Inferior hasta el Mar Superior, 
			rindieron obediencia a su trono,
sus tropas se estacionaron en los límites de la Cuarta Región, para 
			protegerla.
Con ojo cauto observaba Ra, sin pestañear, a Inanna y a Sharru-kin; 
			después, como un halcón, se abalanzó sobre su presa:
desde el lugar donde Marduk había pretendido construir la torre que 
			alcanzara el cielo,
Sharru-kin se llevó suelo sagrado de allí a Agadé, para implantar en 
			él el Objeto Brillante Celestial.
Enfurecido, Marduk se abalanzó sobre la Primera Región, con Nabu y 
			sus seguidores llegaron al lugar de la torre.
				
				
¡Del suelo sagrado soy el único poseedor, por mí se establecerá un 
			pórtico de los dioses!
Así, vehementemente, anunció Marduk, dio instrucciones a sus 
			seguidores para que desviaran el río.
Levantaron diques y murallas en el Lugar de la Torre, construyeron 
			el Esagil, Casa para el Dios Supremo;
Babili, el Pórtico de los Dioses, la llamó Nabu en honor a su padre,
¡Marduk se había establecido en el corazón del Edin, en medio de la 
			Primera Región!
La furia de Inanna no tuvo límites; con sus armas infligió la muerte 
			a los seguidores de Marduk.
La sangre del pueblo, como nunca antes en la Tierra, corría como 
			ríos.
				
				
Hasta su hermano Marduk, llegó Nergal a Babili, para persuadirle de 
			que abandonara Babili por el bien del pueblo:
¡Esperemos pacíficamente las verdaderas señales del cielo!, le dijo 
			Nergal a su hermano.
Marduk aceptó partir, viajo de tierra en tierra para observar los 
			cielos,
Amun, el Invisible, se le llamó a Ra a partir de entonces en la 
			Segunda Región.
Durante un tiempo se aplacó Inanna, dos hijos de Sharru-kin fueron 
			sus pacíficos sucesores.
Después, ascendió al trono de Agadé el nieto de Sharru-kin; 
			Naram-Sin, Amado por Sin, se le llamó.
En la Primera Región, Enlil y Ninurta estaban ausentes, habían ido a 
			las tierras de más allá de los océanos;
en la Segunda Región, Ra no estaba, viajaba como Marduk por otras 
			tierras;
Inanna vio la oportunidad en sus manos para hacerse con todos los 
			poderes, le ordenó a Naram-Sin que se apoderara de todas las 
			tierras.
				
				
Dio instrucciones a Naram-Sin para que marchara contra Magan y 
			Me-luhha, dominios de Marduk.
Naram-Sin cometió el sacrilegio de cruzar la Cuarta Región con un 
			ejército de Terrestres,
invadió Magan, intentó entrar en el sellado Ekur, Casa Que Como una 
			Montaña Es.
Enlil se enfureció con sus sacrilegios y sus transgresiones; lanzó 
			una maldición contra Naram-Sin y Agadé:
Naram-Sin murió por la picadura de un escorpión, por mandato de 
			Enlil fue aniquilada Agadé.
Esto sucedió en la cuenta de mil quinientos años de la Tierra.
				
				
Viene ahora el relato de la profecía de Galzu a Enlil, dada en una 
			visión;
trataba de la supremacía de Marduk, de cómo elegir a un hombre para 
			sobrevivir a una calamidad.
Después que Marduk se convirtiera en Amun, se desintegró la realeza 
			en la Segunda Región, reinaron el desorden y la confusión;
Después de que Agadé fuera aniquilada, en la Primera Región reinaron 
			el desorden y la confusión.
En la Primera Región, la realeza estaba sumida en el desconcierto, 
			se trasladaban de las Ciudades de los Dioses a las Ciudades del 
			Hombre,
Unug-ki, Lagash, Urim y Kish, Isin y lugares más lejanos, la realeza 
			fue cambiando.
Después, Enlil, tras consultar con Anu, depositó la realeza en manos 
			de Nannar;
por tercera vez se concedió la realeza a Urim, en cuyo suelo seguía 
			implantado el divino Objeto Brillante Celestial.
				
				
En Urim, Nannar designó como rey a un Pastor Justo de hombres, su 
			nombre era Ur-Nammu.
Ur-Nammu estableció la igualdad en las tierras, hizo poner fin a la 
			violencia y los conflictos, en todas las tierras fue abundante la 
			prosperidad.
Fue en aquel tiempo que, durante la noche, Enlil tuvo una visión:
Se le apareció la imagen de un hombre, era brillante y 
			resplandeciente como los cielos;
se aproximó y se quedó de pie junto al lecho de Enlil, ¡entonces 
			reconoció Enlil a Galzu, el del cabello blanco!
Sostenía en la mano izquierda una tablilla de lapislázuli, en ella 
			estaban dibujados los cielos estrellados;
los cielos estaban divididos en los doce signos de las 
			constelaciones, Galzu los señalaba con la mano izquierda.
				
				
Galzu dejó de indicar al Toro para señalar al Carnero; tres veces 
			repitió el movimiento.
Después, en la visión-sueño, Galzu habló y le dijo a Enlil:
El tiempo justo de la benevolencia y de la paz vendrá seguido por la 
			fechoría y el derramamiento de sangre.
El Carnero de Marduk sustituirá al Toro de Enlil en tres porciones 
			celestiales,
el que a sí mismo se ha declarado como Dios Supremo se apoderará de 
			la supremacía en la Tierra.
¡Por decreto del Hado, sucederá una calamidad como nunca ha 
			ocurrido!
Como en los tiempos del Diluvio, hay que elegir a un hombre justo y 
			digno,
¡por él y por su simiente se preservará la Humanidad Civilizada, tal 
			como pretende el Creador de Todo!
Así dijo Galzu, el emisario divino, a Enlil en la visión-sueño.
				
				
Cuando Enlil despertó de la visión-sueño nocturna, no había ninguna 
			tablilla junto a su lecho.
¿Era un oráculo del cielo, o lo he imaginado todo en mi corazón?, se 
			preguntaba Enlil a sí mismo.
No le contó la visión-sueño a ninguno de sus hijos, Nannar entre 
			ellos, ni a Ninlil.
Entre los sacerdotes, en el templo de Nibru-ki, Enlil inquirió sobre 
			sabios celestiales,
el sumo sacerdote le indicó a Tirhu, un sacerdote oracular.
				
				
				
Era descendiente de Ibru, nieto de Arbakad, pertenecía a la sexta 
			generación de sacerdotes de Nibru-ki,
estaban casados con las hijas reales de los reyes de Urim. Ve al 
			templo de Nannar en Urim, observa el tiempo celestial en los cielos: 
			Setenta y dos años de la Tierra es la suma de una Porción Celestial, 
			¡toma
cuidadosa nota del paso de tres de ellas!
Así le dijo Enlil a Tirhu, el sacerdote, le hizo contar el tiempo 
			profetizado. Mientras Enlil reflexionaba sobre la visión-sueño y sus 
			portentos, Marduk
iba de tierra en tierra.
A la gente le iba hablando de su supremacía, ganar seguidores era su 
			objetivo.
En las tierras del Mar Superior y en las tierras de la frontera de 
			Ki-Engi, Nabu, el hijo de Marduk, iba incitando al pueblo; su plan 
			era apoderarse
de la Cuarta Región.
				
				
Hubo enfrentamientos entre los habitantes del oeste y los habitantes 
			del este, los reyes formaron huestes de guerreros, las caravanas 
			dejaron de discurrir,
se levantaron las murallas en las ciudades. ¡Está ocurriendo lo que 
			Galzu predijo!, se dijo Enlil a sí mismo. Enlil puso su mirada sobre 
			Tirhu y sus hijos, descendientes de digno linaje: ¡Éste es el hombre 
			a elegir, el que indicara Galzu!, se dijo Enlil a sí mismo. A 
			Nannar, sin revelarle la visión-sueño, le dijo Enlil: En la tierra 
			entre los ríos, de donde vino Arbakad, funda una ciudad como
Urim,
sea para ti y para Ningal una morada-hogar lejos de Urim. ¡En su 
			mitad, erige un santuario-templo, y pon a su cargo al 
			Príncipe-Sacerdote Tirhu! Ateniéndose a la palabra de su padre, 
			Nannar fundó la ciudad de Jarán en la tierra de Arbakad. Para que 
			fuera sumo sacerdote en su santuario-templo envió a Tirhu, y a su 
			familia con él; cuando se completaron dos porciones celestiales de 
			las tres profetizadas, Tirhu fue a Jarán.
				
				
En aquel tiempo, Ur-Nammu, la Alegría de Urim, cayó de su carro y 
			murió en las tierras occidentales.
Su hijo Shulgi le sucedió en el trono de Urim; Shulgi estaba lleno 
			de vileza y de ansia de batallas.
En Nibru-ki, él mismo se ungió sumo sacerdote, en Unug-ki buscó los 
			gozos de la vulva de Inanna;
enroló en su ejército a guerreros de las tierras montañosas, no 
			obligados a Nannar,
con su ayuda, invadió las tierras occidentales e ignoró la santidad 
			del Centro de Control de Misiones.
En la sagrada Cuarta Región puso su pie, Rey de las Cuatro Regiones 
			se declaró a sí mismo.
				
				
Enlil se enfureció por las profanaciones, Enki y Enlil hablaron 
			sobre las invasiones:
¡Los soberanos de tu región han sobrepasado todos los límites!, le 
			dijo con acritud Enki a Enlil.
¡Marduk es la fuente de todos los problemas!, replicó Enlil.
Guardando para sí todavía la visión-sueño, Enlil volvió su atención 
			sobre Tirhu.
Enlil había puesto la mirada sobre Ibru-Um, el hijo mayor de Tirhu.
Ibruum era de ascendencia principesca y valiente, y estaba 
			familiarizado con los secretos sacerdotales;
Enlil mandó a Ibruum a proteger los lugares sagrados y permitir los 
			ascensos y descensos de los carros.
				
				
Tan pronto como Ibruum partió de Jarán llegó Marduk a esa ciudad;
				
él también había observado las profanaciones, las consideraba como 
			los dolores de parto de un Nuevo Orden.
Desde Jarán, en los umbrales de Shumer, planeó su golpe final,
desde Jarán, situada al filo de los dominios de Ishkur, dirigió el 
			levantamiento de los ejércitos.
Después de pasar veinticuatro años terrestres de estancia en Jarán,
Marduk, con lágrimas en los ojos, hizo un llamamiento al resto de 
			los dioses, fueran cuales fueran sus ascendientes;
Confesando sus transgresiones, pero insistiendo en su señorío, a 
			ellos les dijo así:
¡Oh dioses de Jarán, oh grandes dioses que juzgan, conoced mis 
			secretos!
				
				
Mientras me ciño la faja, recuerdo mis memorias:
Yo soy el divino Marduk, un gran dios, en mis dominios soy conocido
como Ra. Por mis pecados fui al exilio, a las montañas he ido, por 
			muchas tierras he
deambulado,
desde donde el sol se eleva hasta donde el sol se pone he ido, hasta 
			la tierra de Ishkur llegué. En medio de Jarán he anidado durante 
			veinticuatro años, en su templo he buscado un augurio;
¿Hasta cuándo?, pedí un augurio en el templo acerca de mi señorío. 
			¡Tus días de exilio han terminado!, me dijo el oráculo en el templo. 
			¡Oh grandes dioses que determináis los hados, dejad que me encamine
a mi ciudad, que establezca en mi templo Esagil una morada 
			imperecedera, que instale
un rey en Babili; que se reúnan en mi casa templo todos los dioses 
			Anunnaki, aceptad mi
alianza!
				
				
Así anunció Marduk su llegada a los otros dioses, confesando y 
			apelando. Los dioses Anunnaki se inquietaron y se alarmaron ante la 
			llamada a la
sumisión hecha por Marduk.
Enlil convocó a todos a una gran asamblea para tomar consejo. Todos 
			los líderes Anunnaki se reunieron en Nibru-ki; también fueron Enki
y los hermanos de Marduk.
				
				
Todos estaban inquietos por los acontecimientos, todos se oponían a 
			Marduk y a Nabu. En el consejo de los grandes dioses, las 
			acusaciones se desenfrenaron, las
recriminaciones llenaban la cámara. ¡Nadie puede impedir lo que se 
			aproxima; aceptemos la supremacía de
Marduk!, únicamente Enki aconsejó. ¡Si se aproxima el tiempo del 
			Carnero, privemos a Marduk del Enlace
Cielo-Tierra!, propuso Enlil iracundo.
				
				
Todos, salvo Enki, acordaron arrasar el Lugar de los Carros 
			Celestiales; Nergal sugirió para ello utilizar las Armas de Terror; 
			sólo Enki se opuso: De la decisión, la Tierra pronunció las palabras 
			a Anu; Anu repitió las
palabras a la Tierra. ¡Lo que estaba destinado a ser, fracasará por 
			vuestra decisión de deshacer!
Así habló Enki mientras partía.
				
Para llevar a cabo la maldad se seleccionó a Ninurta y a Nergal.
¡Viene ahora el relato de cómo Hado o Destino llevó,
cómo paso a paso, alguno dado en tiempos ya olvidados, a que 
			sucediera la Gran Calamidad!
				
				
Quede ahora registrado y recordado para siempre:
Cuando se tomó la decisión de usar las Armas de Terror, Enlil 
			guardaba dos secretos para sí:
¡A nadie, antes de que se tomara la terrible decisión, le reveló 
			Enlil el secreto de la visión-sueño de Galzu;
a nadie, hasta que se tomó la fatídica decisión, le había revelado 
			Enlil su conocimiento del lugar donde se ocultaba el terror!
Cuando, a despecho de todas las protestas, el consejo permitió el 
			uso de las Armas de Terror,
cuando Enki, enfadado y muy turbado abandonó la cámara del consejo,
Enki sonreía en su corazón: ¡Sólo él sabía dónde estaban ocultas las 
			armas! Así lo creía Enki.
Pues fue él, antes de que Enlil llegara a la Tierra, el que ocultó 
			las armas, junto con Abgal, en un lugar desconocido.
				
				
¡Enki no sabía que Abgal le había desvelado el lugar a Enlil durante 
			su exilio!
Cuando Enki se enteró de este segundo secreto, dio refugio en su 
			corazón a un deseo:
¡Que, después de tan larga estancia, el terror de las armas se haya 
			evaporado!
Poco esperaba Enki que tan larga estancia iba a provocar una 
			calamidad como nunca antes se había conocido en la Tierra.
				
				
Y así fue que, sin necesidad de Enki, Enlil reveló a los dos héroes 
			el lugar de la ocultación:
¡Las siete Armas de Terror moran en una montaña!, les dijo Enlil.
¡Moran en el interior de una cavidad de la tierra, se requiere 
			revestirlas con el terror!
Después, Enlil les reveló el secreto de cómo despertar a las armas 
			de su profundo sueño.
Antes de que los dos hijos, uno de Enlil, uno de Enki, partieran 
			hacia el lugar oculto,
Enlil les dio palabras de advertencia: ¡Antes de que se usen las 
			armas, el lugar de los carros debe estar vacío de Anunnaki;
las ciudades deben ser perdonadas, la gente no debe perecer!
				
				
En su nave celeste, Nergal se dirigió al lugar oculto, Ninurta se 
			retrasó por causa de su padre;
Enlil deseaba decirle una palabra a su hijo a solas, revelarle a él 
			solo un secreto:
le habló a Ninurta de la profecía de Galzu y de la elección de 
			Ibruum.
¡Nergal es irreflexivo, asegúrate de que las ciudades son 
			perdonadas, hay que advertir a Ibruum!, le dijo Enlil a Ninurta.
				
				
Cuando Ninurta llegó al lugar de las armas, Nergal ya las había 
			sacado de la cavidad,
mientras despertaba sus MEs del largo sueño, Nergal dio un nombre de 
			trabajo a cada una de las siete:
a la primera arma la llamó La Que No Tiene Rival; a la segunda, la 
			Llama Ardorosa;
a la tercera la llamó La Que Desmorona con Terror; Fundidora de 
			Montañas llamó a la cuarta;
Viento Que Busca los Confines del Mundo llamó a la quinta; La Que 
			Arriba y Abajo a Nadie Perdona fue la sexta;
la séptima se llenó con un monstruoso veneno, la llamó Vaporizadora 
			de lo Viviente.
Con la bendición de Anu se les dieron las siete a Nergal y a 
			Ninurta, para con ellas causar la destrucción.
Cuando Ninurta llegó al lugar de las Armas de Terror, Nergal estaba 
			dispuesto para destruir y aniquilar.
¡Yo mataré al hijo, yo aniquilaré al padre!, gritaba Nergal con 
			aires de venganza.
				
				
¡Las tierras que codician se desvanecerán, destruiré las ciudades 
			pecadoras!
Valiente Nergal, ¿destruirás al justo con el injusto?, le preguntó 
			Ninurta a su camarada.
¡Las instrucciones de Enlil son claras! ¡Yo llevaré el rumbo a los 
			objetivos seleccionados, tú me seguirás detrás!
¡La decisión de los Anunnaki me es conocida!, dijo Nergal a Ninurta. 
			Ambos esperaron la señal de Enlil durante siete días y siete noches.
				
				
Tal como era su intención, cuando terminó su espera, Marduk volvió a 
			Babili,
en presencia de sus seguidores, pertrechados con armas, declaró su 
			supremacía;
la cuenta de años terrestres era entonces de mil setecientos treinta 
			y seis. En aquel día, en aquel fatídico día, Enlil le envió la señal 
			a Ninurta; Ninurta partió hacia Monte Mashu, tras él iba Nergal.
El Monte y la llanura, en el corazón de la Cuarta Región, 
			inspeccionó Ninurta desde los cielos.
Con el corazón encogido, le hizo una señal a Nergal: ¡Quédate ahí!, 
			le señaló.
Entonces, Ninurta soltó desde los cielos la primera arma de terror;
con un resplandor, la cima del Monte Mashu se resquebrajó, las 
			entrañas del monte se fundieron en un instante.
				
				
Sobre el Lugar de los Carros Celestiales liberó la segunda arma,
con el resplandor de siete soles, las rocas de la llanura se 
			convirtieron en una herida chorreante,
la Tierra se sacudió y se desmoronó, los cielos se oscurecieron 
			después del resplandor;
la llanura de los carros se cubrió de piedras quemadas y trituradas,
de todos los bosques que habían rodeado la llanura, sólo tres 
			troncos quedaron en pie.
¡Hecho!, exclamó Ninurta desde la nave celeste, su Divino Pájaro 
			Negro.
¡Del control que Marduk y Nabu tanto codiciaban se les ha privado 
			para siempre!
Entonces, Nergal deseó emular a Ninurta, su corazón le urgía a ser 
			Erra, el Aniquilador;
siguiendo la Calzada del Rey, voló hasta el verde valle de las cinco 
			ciudades.
¡Nergal planeaba aplastar el verde valle donde Nabu estaba 
			convirtiendo a la gente, aplastarlo como un pájaro enjaulado!
				
				
Sobre las cinco ciudades, una tras otra, Erra envió un arma de 
			terror desde los cielos,
destruyó por completo las cinco ciudades del valle, se convirtieron 
			en desolación.
Con fuego y azufre fueron arrasadas, todo lo que allí vivía se 
			convirtió en vapor.
Con tan terribles armas, las montañas se vinieron abajo, la barrera 
			que contenía las aguas del mar se partió,
las aguas del mar se derramaron en el valle, el valle quedó inundado 
			por las aguas;
cuando las aguas se derramaron sobre las cenizas de las ciudades, se 
			elevó el vapor hacia los cielos.
¡Hecho!, gritó Erra en su nave celeste. En el corazón de Nergal ya 
			no había venganza.
				
				
Inspeccionando su maligna obra, los dos héroes quedaron confundidos 
			con lo que vieron:
los resplandores fueron seguidos por el oscurecimiento de los 
			cielos, después se puso a soplar la tormenta.
Arremolinándose dentro de una oscura nube, un Viento Maligno llevaba 
			la penumbra desde los cielos,
con el transcurso del día, el Sol desapareció sobre el horizonte con 
			la oscuridad,
por la noche, un pavoroso resplandor dibujaba sus bordes, hizo 
			desaparecer a la Luna cuando salía.
				
				
Cuando llegó el amanecer del día siguiente, desde el oeste, desde el 
			Mar
Superior, se puso a soplar un viento de tormenta, la nube marrón 
			oscura se dirigió hacia el este, hacia las tierras habitadas se
extendió la nube;
allí donde llegaba, traía sin misericordia la muerte a todo lo que 
			vive; desde el Valle de Sin Compasión, engendrada por los 
			resplandores, la
muerte fue transportada hacia Sumer. Ninurta y Nergal dieron la voz 
			de alarma a Enlil y Enki: ¡Implacable, el
Viento Maligno lleva la muerte a todos! Enlil y Enki transmitieron 
			la alarma a los dioses de Sumer: ¡Escapad!
¡Escapad!, les gritaron a todos. ¡Que se disperse el pueblo! ¡Que el 
			pueblo se oculte! Los dioses huyeron de sus ciudades, como pájaros 
			asustados escaparon de
sus nidos.
				
				
Las gentes de las tierras cayeron bajo las garras del Viento 
			Maligno; inútil fue su carrera.
Sigilosa era la muerte, atravesaba los muros más gruesos como las 
			aguas de una inundación,
no había puerta que pudiera dejarle fuera, ni cerrojo que pudiera 
			impedirle el paso.
Aquéllos que, detrás de puertas cerradas, se ocultaron dentro de sus 
			casas, como moscas cayeron,
aquéllos que huyeron a las calles, en las calles amontonaron sus 
			cadáveres.
				
				
Los pechos llenos de esputos y flemas, las bocas rebosantes de 
			saliva y espuma;
cuando el Viento Maligno atrapaba a la gente sin ser visto, sus 
			bocas se empapaban en sangre.
Lentamente sopló el Viento Maligno sobre las tierras, cruzó de oeste 
			a este sobre llanuras y montañas;
todo lo que vivía, tras él quedaba muerto y moribundo, la gente y el 
			ganado perecían por igual.
Las aguas se emponzoñaron, en los campos se marchitó toda 
			vegetación.
				
				
Desde Eridú en el sur hasta Sippar en el norte, el Viento Maligno 
			arrasó el país;
Babili, donde Marduk había declarado la supremacía, se libró del 
			Viento Maligno.